Historia del PSOE (III). Alfonso Guerra y el Felipismo. Logo del PSOE.

Historia del PSOE (III). Alfonso Guerra y el Felipismo

 “Alfonso Guerra” fue un perito técnico menor cuya influencia en la política española ha sido determinante. Creó la corrupción como sistema adornado de poetas (especialmente Machado) que no conocía. Un personaje oscuro que creo sistemas desconocidos en España. Al ser un pretoriano, al final, fue eliminado por sus subordinados y humillado por sus sirvientes. Aún hoy insiste en que él nunca gobernó y se le permite pasearse en actos institucionales. Tuvo todo el poder y escribió libros vulgares, memorias irrelevantes. En España podría crearse una “Asociación de represaliados por Alfonso Guerra”, reuniría más socios que los represaliados del Franquismo. En Málaga dirigió una tropilla entusiasta que desde 1979 se han mantenido en el poder, rebotados en instituciones diversas. De ellos nos ocuparemos.

Sobre su paso por el congreso de Suresnes está prácticamente casi todo escrito. El mito se le aleja brutalmente. El pasado se le cae encima. La realidad se extiende. Fueron sufragados, comprados, vendidos y protegidos. Lo veremos.

Tras las elecciones generales del 15 de junio de 1977, el PSOE obtenía más de 5 millones de votos y 118 escaños, el PCE apenas superó el millón y medio y 20 escaños. Las garantías que los patronos internacionales les exigían para formalizar un apoyo incondicional y la inversión económica presentaban cálculos fantásticos.

Crear “Estado” se avecinaba, aunque la idea central fuese un sofisma. Una notable escenificación. Dos años después  el término marxista volaba como la única y deformada verdad que a muchos había unido al PSOE. Después la OTAN y afrontaría la destrucción del tejido industrial español que exigía la comunidad europea.

Una obra de arte casi perfecta. Y Guerra fue su artífice. González su ideólogo. Ambos unidos, después supimos que se odiaban….

Pasado el tiempo del Terror, los emboscados amigos del librero Alfonso, salieron de las oscuridades. Pepe Bono, abrazador nato, reconoce:

“Guerra tenía mucho poder en el Partido. Su palabra era ley, incluso, a veces, sus pensamientos. Y había quien interpretaba lo que pensaba, en ocasiones en contra de su propia voluntad.

Comenta unas frases muy significativas presuntamente pronunciadas por Pepote de la Borbolla, que un día se acercó a Guerra y le dijo:

 «Yo quiero ser de los tuyos, dime qué debo ha­cer». Alfonso le respondió: «Mira: hay una raya que separa a los míos de los que están contra mí». De la Borbolla insistió: «Pues di­me dónde está la raya». Y Alfonso: « ¡Ah, no! ¡Esa raya la cambio yo todos los días!».

No está confirmada tal texto que lo equipara a los Césares o La Reina de Inglaterra. Sin embargo, de esta forma o parecida, es más que seguro que así procedía en aquel transcurso, Guerra. Fue una de sus estrategias más eficaces. De esta forma satisfacía a sus secuaces y se adornaba como un sobresaliente en las plazas. Era como esos tipos tan plenos de ínfulas que jamás escuchan las presentaciones.

Los primeros libros de Guerra ya son como Antologías del Disparate. No pasaron a la categoría de Chistes porque en España eso tiene su nivel. Hay citas, textos, palabras…que producen vergüenza ajena. No tiene, Alfonso, memoria para el rencor. Seguro. Ni una abjuración le bastaría. Podría descubrir que el rencor le habitaba a el:

    No tengo ninguna amargura, ni por la ruptura con Felipe ni por nada. Esa es una vacuna que ten­dré siempre en la vida. Yo tengo una gran memoria para todo, salvo para el rencor. Me ocurre a veces que me dicen: «Pero, ¿ cómo tratas a éste así, con tanta amabilidad, si éste fue el que te dijo…?». Y, a mí, se me ha olvidado

Personajes de dudosa reputación y calibre cero se cebaron sobre el gran héroe socialista. Conociendo las reacciones de Guerra, puede imaginarse (yo no soy especialista en la persona o personalidad de Guerra, faltaría más) que estas excrecencias le podrán de los nervios. Cierto que como él no tiene sentido para “el rencor”, lo aceptará con simpatía. José Montilla ha llegado a decir:

Respecto a las críticas del ex vicepresidente español Alfonso Guerra de que los políticos catalanes están en la «estratosfera», Montilla ha apuntillado: «Yo no quiero polemizar con una persona que en este momento no representa al socialismo español; lo hizo hace décadas». Dentro del PSOE, se trata de personajes “periféricos” y “anecdóticos.

Hasta yo mismo representaría una queja a la Historia, mejor a la decadencia de la Historia del PSOE. Cuyo responsable primero fue Guerra.

Alfonso, llevaba siempre compañía, lacayos y guardaespaldas, del pensamiento y de la fuerza emboscada. No pudo ser solo, nunca actuaba solo en las batallas de la palabra, y en las pantallas amañadas, se sentaba junto del presentador cómplice, y una nube de aduladores. Un capitán araña, de superior sonrisa. Parecía que se postulara como descubridor. No pasaba de un pobre, agitanado niño, de cuya melancolía y pobreza obtuvo el odio. Solo conservó del pasado el raquítico traje de comunión. Desconociendo qué era aquello. Y muchos hermanos, tuvo muchos hermanos, ejército de troyanos, mercenarios de los persas. De ahí provenía. Así transcurrió. Lo dejó como había quedado. Como Alejandro, no tuvo valor, arrojo, inteligencia para el lento suicidio, morir joven o no volver jamás a Macedonia. Un buen trilero de los fondos irredentos de la patria. Cobarde.

Las frases-comentarios de Alfonso son geniales:

Frente a esa idea de Partido alejado del dirigente, dicen que yo intentaba implantar un modelo leninista de Partido. Pero eso fue un bulo interesado: interesaba divulgar ese tipo de cosas. Desde  que yo dejé la dirección del Partido, se han multiplicado por diez, por veinte, por treinta, no sé por cuánto, las anulaciones de votaciones, las exclusiones… ¡Es justo al revés! No ha vuelto a ha­ber en el Partido la permisividad que había cuando lo dirigía yo, o cuando Txiqui Benegas era el secretario de Organización. Jamás ha habido después esa libertad dentro del Partido, jamás.

El héroe del “dales caña” tuvo el manto inmaculado de la protección. Nunca se supo quién era, hasta más tarde. Entonces había desarticulado las tenues, aún poderosas evidencias, de la sentimental aventura de los más humildes y los ilusos. El peronista bien vestido, de amante inicuo.

Evita arrasaba dentro y fuera del matrimonio. Pero él nunca hizo la calle, lo que le resta sabiduría, y le otorga figurativo poder. Protegido.

De sus ridículas historias algunas son sangrantes. Sobre” la detención” de González en Sevilla a la vuelta de Suresnes. La chulería:

Sobre las once de la noche, procedente de Madrid, llegó al aero­puerto de San Pablo el recién elegido secretario general del Partido So­cialista Obrero Español. A1 advertir la presencia de ciertos funcionarios, salió del aeropuerto por donde se recogen las maletas. Allí le aguardaban su cuñado y Manolo del Valle […] Sobre las once de la no­che se presentaron en la jefatura Superior de Policía de Sevilla Felipe González y don Alfonso Cossío (decano del Colegio de Abogados).

Don Alfonso permaneció en la jefatura cerca de una hora. Felipe pasó la noche en calidad de detenido o «retenido» en las dependencias policiales. […]

Parte del interrogatorio que hicieron a Felipe, antes de que nos permitieran pasar la noche en el mejor de los sentidos (manta, calenta­dor y prensa), fue algo así:

-¿Dónde estuvo usted tal día?

-En Lisboa, almorzando con Mario Soares. -¿Y en la fecha tal?

-En Bonn, con Willy Brandt. -¿Y el día…?

-En París, con Mitterrand.

Parece ser que el funcionario que estaba tomando declaración co­mentó a otro policía: «Creo que dentro de poco vamos a tener que pe­dir trabajo a este hombre».

Años después supimos que el Comisario de Sevilla fue sancionado por su falta de “sensibilidad” en la detección. Años después supimos que el pasaporte y la garantía de vuelta estaba garantizado por la CIA, el SPD y los servicios del Almirante Carrero (SECED). Así pues, ni esa conversación existió, ni González abrió la boca, porque se sentiría confuso ante el papel de la brigada político-social local. El único “perjudicado” fue el Comisario de Sevilla, Alfonso.

Fue un héroe que jamás compitió, ni le fue retirada la vez en la carnicería, en la peluquería, entre las secretarias. Solo su voz en sus líricas proclamas televisivas, ¡qué hermoso Aquiles! sin talón. Se le olvidó la maya. Porque el amor de Patroclo le resultaba tan extraño como su propia, indeterminada existencia. Él nunca hubiese amado así.

Como los dioses secundarios, señalaba, sin el pudor del poderoso, al infractor, y era este diluido por las cañerías del inmenso sistema. Otros sabían con la miraba su obediencia ilota, los demás eran reos de su posterior ataque de ira. En un cementerio residen los recientes fallecidos en acto de servicio. Un experto en la Ley de fugas.

No sufría por la duda abierta. Cortaba, a lo que dicen, por lo sano y dejaba madurar aislando a los hombres, cercados por su insidia. Fundador del “damos por zanjado”, contemplaba, como en un verso, cuando el enemigo, militante austero, se retorcía en el fondo de una trinchera de cadáveres acumulados. Implacable.

El héroe, rodeado de matones, trazaba siempre su campo de batalla, nunca operó en campo abierto. Con el truco del cerco cenagoso, no puso señales donde los entusiastas, aún creyentes, entraban a morir con honor ante un dios insuperable. Tan cercano, tan al alcance, tan débiles…se abría la trampa y no sabían las razones aducidas o profundas. Solo la tormenta. Después…silencio. La víctima, aún latente, se moría de pena por los espacios inexistentes. Un dios estúpido.

Y, respecto a Felipe, yo no creo que se pueda llamar decepción… Es… observación de la vida, observación de los seres humanos. Los seres humanos, todos, todos, somos en realidad muy pequeños. Muy pequeños. Nos damos mucho pisto creyéndonos mayores y mejores, pero no es verdad. Nuestra condición es pequeña, pequeña…

El tiempo los descompone. Ni desmontaron el franquismo, ni asentaron la economía libre: un intermedio. Se les recordará por todo lo contrario a lo que pregonaron: una revolución antitética. Un gran acuerdo con las elites cambiantes. Su mundo: el de la inamovible clase media de Franco, apolítica, persistente en su poca ambición.

La muerte social: su mejor obra. No fue pragmático. No. Fue la anulación de las fuerzas circundantes. Hizo mamadores a la prensa, al minúsculo refractario grupo adverso, los penetró (exactamente). Este tipo sí hizo el partido de los viejos, asimilando algunos jóvenes, atrevidos, sin principios. Les doctoró en miserias, un Papa del Palmar de Troya.

Honradamente, creo, y eso es lo más importante, que los trece años de Gobierno socialista permitieron que este país cambiará, en una década, como no había cambiado nunca. Jamás. No hay, en la Historia de España, una década con un cambio tan potente y tan positivo como el que se da entre los años 1982 y 1993. Sobre todo, en esos años. Es una década dorada en la Historia de España. Lo que tenemos que lamentar es que, después, eso se tiró por la borda, no se sabe bien por qué… Se tiró por la borda en los últimos años… A1 final… Se perdieron las elecciones de mala manera. Guerra dixit

¿Qué ha sobrevivido del tiempo barato de aquella retahíla? Creo que “el  guerrismo”, mucho mas que “felipismo”. Fue rechazado del territorio de los ricos. Eran advenedizos. Ni podía acercarse a Gómez Llorente, demasiado inteligente para el pobre Antigono. Ni invitado a las cenas socialista de Marbella: poca clase como Boyer. Se reían de sus palabras. No se correspondían a su política de derechas. Un bardo necesario para la sobremesa con el cubata. Cuando el amor, en suite de lujo, imaginaban a Guerra, en un hotel de dos estrellas-hispánica pensión- .

¿Su cultura? Admirable, fantástica e inimaginable. Su contundencia: rompedora. Era un gran especialista en títulos, un mago de las manchetas, en alguna ocasión pudo leer una introducción, nunca un prólogo-demasiado largo-. En vez de vender melones o sandías, él vendía libros. Conocía todos los encargos.

Yo mismo, que actuaba de mancebo de mi padre, con diez años me sabía por lo menos 50 nombres de medicinas. El más anciano, te lanzaba diez novedades en tres segundos (editorial, precio, rebajas, distribución) y los esclavos de la prensa lo enviaban al Parnaso, en vez de a la cárcel…de papel. No había leído ni un capítulo.

Pero ha quedado. Sí. Su esencia: paradigma del triunfo de las medianías, peronismo de descamisados con mucho oro en cuello y dedos, obreros que hace milenios trabajaron y aún se reclaman guerristas. Todo mentira. Todo falso. Él, ahora especialista en Memoria Histórica y paladín de los exiliados (¿ahora muertos?)

Como recordaremos
aquel 14 de abril
echamos a un bandido
afuera de Madrid.
Alfonsillo, Alfonsillo
Fuiste un cabrón,
Dejaste perdía
Nuestra constitución,
Fuiste un maricón.

Esto es una cancioncilla para Alfonso XIII.

¿O fue el 12 de enero de 1991 en el Templo de S. Francisco de Cáceres?


Autor: Antonio Nadal Sánchez | Artículos de Antonio Nadal Sánchez
Nacido en Granada, es Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Málaga. Historiador y escritor.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies