Enrique Miguel Sánchez Motos
Administrador Civil del Estado
Autor del libro “Historia del Comunismo”
3 de marzo de 2025
La Constitución de 1978, se redactó, democráticamente, tras la muerte de Franco, sobre la base de la reconciliación nacional, y se la sometió a referéndum, el 6 de diciembre de 1978. El pueblo español, con una altísima participación del 67,1%, la aprobó con una aplastante mayoría del 91,8%.
Ahora el sanchismo ha tomado la decisión de dedicar el presente año 2025, cincuenta años después de la muerte de Franco, para difundir y sustentar la tesis de que Franco, y sus 35 años y medio de régimen franquista, fueron lo peor de lo peor.
Por ello, pensé en escribir un artículo “Franco versus la Constitución de 1978”. Sin embargo, ante las más de 100 actividades contra Franco, anunciadas por Sánchez, me ha parecido que sería más interesante dedicar el artículo a comparar al Frente Popular con el espíritu de la Constitución de 1978.
Cierto es que Franco se sublevó contra el gobierno del Frente Popular y lo derrotó, tras una trágica Guerra Civil que todos, o al menos una inmensa mayoría, lamentamos. Ahora bien, ¿Quién fue el causante de esa guerra y cuáles hubieran sido las consecuencias si la hubiera ganado el Frente Popular?
Respecto a nuestra Segunda República y Guerra Civil, los que vivimos bastantes años bajo el franquismo, somos testigos de que no se nos enseñó nada o casi nada sobre ello, en nuestras asignaturas de Historia ni de la llamada Formación del Espíritu Nacional. Por ejemplo, yo me enteré, tan sólo a mediados de los años 80, del golpe de estado armado que el PSOE y la UGT promovieron en 1934 contra la República, y que ocasionó entre 1000 y 1500 víctimas.
En la época de Franco, muchos universitarios éramos antifranquistas porque anhelábamos el régimen de libertades que tenían los países de la Europa del Oeste y por ello aprobamos con bastante entusiasmo la Constitución del 78. Pero no teníamos la menor formación sobre qué era el Marxismo, ni qué había pasado en la República, ni cuál fue el proceso que llevó a la Guerra Civil, ni cuáles eran los partidos que existían durante la República. Sabíamos que, en España, no había elecciones, que existía el Muro de Berlín en Alemania, que los países de Europa del Este, así como nuestra querida Cuba eran comunistas, y creíamos que el comunismo iba, a ser eterno en todos ellos.
Por ello, no estaría de más que todo el dinero que se está despilfarrando a cuenta de la Ley de Memoria Histórica se destinase a pagar a estudiosos, de ambos lados, para que realizaran análisis basados en datos objetivos, a fin de que se reduzca el nivel de emocionalidad y se pudieran contrastar las conclusiones, aunque fueran antagónicas. Estoy convencido de que una gran mayoría de españoles, tanto de izquierdas como de derechas, creemos que tomar esa decisión sería mucho más constructivo para la “convivencia democrática”, que postula la Constitución de 1978 en su preámbulo, que seguir gastando dinero público para vender una visión sesgada de nuestra historia.
Ya iniciado el siglo XXI y en especial tras la aprobación de la Ley de Memoria Histórica por Zapatero, he leído a diversos autores a fin de hacerme mi propia opinión sobre el proceso de llegada de la República, su funcionamiento y finalmente sobre la Guerra Civil.
A efectos de brevedad y de ceñirme al título del artículo, eludo referirme a la llegada de la República en abril de 1931 y al golpe de estado del general Sanjurjo, de 10 de agosto de 1932, que fue insignificante comparado con el de octubre de 1934. A este último tan sólo hago una breve, pero necesaria referencia, porque sus inspiradores y organizadores fueron personajes clave en el Frente Popular.
Largo Caballero fue, junto con Indalecio Prieto, el cabecilla principal de ese golpe. Ya un año antes, en “El Socialista» de 9 de noviembre de 1933, se recogían sus ideas “Vamos, repito, hacia la revolución social… mucho dudo que se pueda conseguir el triunfo dentro de la legalidad. Y en tal caso, camaradas habrá que obtenerlo por la violencia… nosotros respondemos: vamos legalmente hacia la revolución de la sociedad. Pero si no queréis, haremos la revolución violentamente”.
Al año siguiente, en octubre de 1934, pasó de las palabras a los hechos y pilotó el Golpe de Estado contra la República, la llamada Revolución de Asturias, o Revolución de Octubre de 1934, diecisiete años después de la que llevó a Lenin a crear la sangrienta y terrible dictadura comunista, que duró más de 70 años, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
¿Qué fue el Frente Popular? Fue una coalición electoral española, creada en enero de 1936, por los principales partidos de izquierda: los republicanos de Azaña, el PSOE y el Partido Comunista de España (PCE) principalmente.
Su promotor fue Azaña, que tenía un odio visceral a todo lo que no fuera lo que él creía y, en especial, a la derecha. Se consideraba el auténtico representante del republicanismo y del estado de derecho y decía “Hay que centrar la República en la democracia y en lo que nos es común a todos los demócratas españoles”.
Bonitas palabras, pero su concepto de democracia parece muy corto ya que se abstuvo de criticar a los socialistas y a los nacionalistas catalanes por haber realizado la Revolución de octubre de 1934 y por sus sangrientas consecuencias. Tres meses después, en enero de 1935, Azaña escribió al líder socialista Indalecio Prieto, que había conseguido escapar a Francia por su implicación en ese golpe de estado, y le propuso buscar una fórmula de unidad para formar “una fuerza política tan poderosa como para ganar la primera batalla política que se nos presente”.
En abril de 1935, le envió una nueva carta en la que le proponía acordar un programa electoral común, a la vez que le manifestaba su oposición a la inclusión del PCE en la posible coalición de izquierdas: “¿A dónde podemos ir nosotros, ni ustedes, con los comunistas? Espantarían a los electores y desnaturalizarían, en perjuicio nuestro, el carácter de la coalición”.
Avanzados esos contactos, en noviembre de 1935, Azaña hizo la oferta al PSOE de formar una coalición electoral en base al acuerdo de conjunción de las fuerzas de la izquierda republicana. Indalecio Prieto, líder del PSOE, dio su acuerdo, pero Largo Caballero, líder de UGT, solo acabaría aceptando el pacto tras lograr incluir al PCE en la coalición.
La manipulación que Alcalá Zamora, presidente de la República, hizo de la Constitución, con el apoyo e inspiración de Azaña, le llevó a convocar, el 7 de enero de 1936, unas elecciones anticipadas que se celebrarían el 16 febrero de ese año. El artículo 81 le permitía disolver las Cortes dos veces, pero en esta ocasión esa convocatoria de elecciones era innecesaria desde el punto de vista democrático, puesto que la derecha y el centro tenían una amplia mayoría absoluta en el Congreso y no era obligatorio convocarlas hasta finales de 1937, ya que el artículo 53 de la Constitución de 1931 establecía, al igual que la de 1978, un mandato para los diputados de una duración máxima de cuatro años y las anteriores elecciones generales se habían realizado el 19 de noviembre de 1933.
La manipulación que Alcalá Zamora había hecho, con el impulso de Azaña, con esta innecesaria convocatoria de elecciones generales se volvió en su contra, como después veremos, y permitió su destitución.
El Frente Popular se constituyó inicialmente por los republicanos de Azaña y por el PSOE de Indalecio Prieto y Largo Caballero, si bien este, al final coló al PCE, a pesar de la oposición de Azaña. En realidad, la denominación de Frente Popular no fue la denominación oficial de la coalición, pero de forma habitual se la llamó así, en especial después de las elecciones. El programa electoral del Frente Popular, aparte de ciertos puntos comunes claves, tales como una amplia amnistía de los delitos político-sociales cometidos con posterioridad a noviembre de 1933, ponía de manifiesto las grandes discrepancias que existían dentro de la coalición.
En efecto, el programa electoral, firmado el 15 de enero de 1936 decía: “Los republicanos no aceptan el principio de nacionalización de la tierra y su entrega gratuita a los campesinos propuesto por los socialistas. Tampoco aceptan las medidas de nacionalización de la Banca propuesta por los partidos obreros” ni el “control de las empresas por los obreros solicitado por los socialistas”. Además, resaltaba que “la República que conciben los partidos republicanos no es una República dirigida por motivos sociales o económicos de clase, sino un régimen de libertad democrática”.
En suma, Azaña aceptó que se coaligase en el Frente Popular lo imposible, el agua y el fuego, con la intención prioritaria de llegar él al poder y luego ya se vería. Asumió el riesgo, y es responsable por ello, de que terminasen llegando a la acción política, las ideas y propuestas revolucionarias que su socio principal, Largo Caballero, que pronto sustituiría a Indalecio Prieto como líder del PSOE, anunciaba en sus mítines.
Así, el 20 de enero de 1936, en Linares, dijo “La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo y, como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, hay que ir a la Revolución”.
Días después, el 25 de enero, también en Linares (Jaén) dijo “Llamarse socialista no significa nada. Para ser socialista hay que serlo marxista; hay que ser revolucionario. […] La conquista del poder no puede hacerse por la democracia burguesa… Nosotros, como socialistas marxistas, discípulos de Marx, tenemos que decir que la sociedad capitalista no se puede transformar por medio de la democracia capitalista. ¡Eso es imposible!”
El 30 de enero, en Alicante, Largo Caballero fue aún más radical. Afirmó que no aceptaría el resultado electoral si ganaban las derechas: “Si triunfan las derechas, no nos vamos a quedar quietecitos ni nos vamos a dar por vencidos… Si triunfan las derechas, no habrá remisión: tendremos que ir a la Guerra Civil.”
A esto hay que añadir que el órgano del PSOE, el periódico El Socialista, pocos días antes de las elecciones del 16 de febrero de 1936, publicó “Estamos decididos a hacer en España lo que se ha hecho en Rusia. El plan del socialismo español y del comunismo ruso es el mismo”
Eran palabras muy preocupantes. No manifestaban ningún respeto por la democracia, como tampoco Lenin lo había tenido en Rusia. Tenían, además, un claro precedente en la sangrienta Revolución de Asturias de 1934 y en la terrorífica implantación del marxismo revolucionario en la URSS desde 1917.
Respecto a los resultados de las elecciones de 1936, el estudio realizado en 1971 por el historiador Javier Tusell, señala que hubo un resultado muy equilibrado en cuanto al número de votos, con una leve ventaja de las izquierdas (47,1%; 4.654.116 votos) sobre las derechas (45,6%; 4.503.505 votos), mientras el centro se limitó al 5,3% (400.901 votos), pero como el sistema electoral primaba a las coaliciones esto se tradujo en una holgada mayoría de diputados para la coalición del Frente Popular. Algo similar, pero de signo contrario, había ocurrido en 1933, donde ganaron holgadamente las derechas porque las izquierdas fueron desunidas a las elecciones.
Por otra parte, los profesores Álvarez Tardío y Villa García, han cuestionado, con argumentos de peso, las irregularidades cometidas en la segunda vuelta electoral, en las provincias en que esta fue necesaria, así como las decisiones de la Comisión de Actas del Congreso que, al revisar actas discutidas, dieron una sospechosa prioridad a la validez de las actas de diputados de izquierda en detrimento de los de derecha.
Pero, dejando esas discusiones de lado, los resultados oficiales dieron 125 diputados a Azaña, 99 al PSOE, 17 al PCE, 88 a la CEDA y 11 al partido Agrario, además de 36 a ERC y 10 a PNV, lo que colocó a Azaña y al PSOE con 224 diputados, muy cerca de la mayoría absoluta (237 diputados) de la Cámara, que pudieron conseguir sin problemas con el apoyo de otros grupos de izquierda.
El 19 de febrero, Azaña, sin dar tiempo a la constitución de las Cortes, asumió de forma provisional la jefatura del Gobierno y formó un gobierno sólo con los republicanos, nombrando ministro de la Gobernación a Amós Salvador Carreras que lo fue hasta el 10 de mayo y que no realizó una adecuada actuación para frenar el creciente desorden público. Azaña, inmediatamente, tras haber asumido la jefatura del Gobierno, promovió que, el 21 de febrero, la Diputación Permanente del Congreso concediera, como estipulaba el programa electoral del Frente Popular, la amnistía a los sublevados de octubre de 1934.
Había llegado la hora para el Frente Popular de gobernar, pero el creciente clima de desorden y las palabras del PSOE eran muy preocupantes. Así, el domingo 5 de abril, en un mitin en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid, Largo Caballero reiteró la posición que venía manteniendo en los últimos tres años: «la clase trabajadora» debía marchar de una vez «hacia la dictadura del proletariado, que es la verdadera democracia».
El 7 de abril, de forma muy cuestionable jurídicamente, el Congreso destituyó al Presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, alegando que había disuelto las Cortes dos veces y que por tanto era de aplicación el art 81 de la Constitución que establecía que “El Presidente podrá disolver las Cortes hasta dos veces como máximo durante su mandato cuando lo estime necesario”, y que “En el caso de segunda disolución, el primer acto de las nuevas Cortes será examinar y resolver sobre la necesidad del decreto de disolución de las anteriores. El voto desfavorable de la mayoría absoluta de las Cortes llevará aneja la destitución del Presidente.”
Alcalá Zamora consideraba que esta era la primera disolución ya que la anterior disolución fue la de las Cortes Constituyentes. Sin embargo, las izquierdas consideraron que había que computar también la disolución de las Cortes Constituyentes, y que, por tanto, esta era la segunda disolución y que tenían la posibilidad de “examinar y resolver” la disolución decretada por Alcalá Zamora. Así lo hicieron emitiendo un voto desfavorable y destituyeron al Presidente de la República.
El 15 de abril, Azaña presentó su gobierno ante las Cortes, pero ya con la idea de acceder a la Presidencia de la República. Y así fue. El 30 de abril, Azaña fue propuesto, como candidato único a la Presidencia de la República, por todos los partidos que formaban el Frente Popular y el 10 de mayo fue elegido como presidente de la República. Se mantuvo en ese cargo hasta que presentó su renuncia el 12 de febrero de 1939.
El 13 de mayo, Azaña, ya como presidente de la República, nombró a Santiago Casares Quiroga, jefe del Gobierno, al cual cesaría Azaña el 18 de julio de 1936, tras el alzamiento de Mola y Franco. Casares Quiroga nombró, el 13 de mayo, como ministro de Gobernación a Juan Moles, quien fue también muy pasivo ante el clima de desorden y violencia.
¿Cuál había sido la situación del orden público, desde las elecciones del 16 de febrero hasta el 18 de julio de 1936?
El historiador González Calleja reconoce que la violencia sociopolítica de aquellos meses fue “una de las etapas más sangrientas de la historia democrática de España (sólo fue superada por la coyuntura revolucionaria de octubre de 1934)” y que “resultó clave en el proceso de deslegitimación del régimen» republicano” si bien señala que «la violencia por sí sola no destruyó la República».
La violencia anterior a la Guerra Civil es un punto clave ¿Qué datos objetivos hay sobre el nivel de desórdenes públicos, en el primer semestre de 1936?
Las palabras de Gil Robles, que constan en el Diario de Sesiones del Congreso de 16 de junio de 1936, un mes antes del alzamiento, son muy precisas en su denuncia de una situación de violencia muy preocupante:
“Habéis ejercido el Poder con arbitrariedad, pero, además, con absoluta, con total ineficacia. Aunque os sea molesto, Sres. Diputados, no tengo más remedio que leer unos datos estadísticos. No voy a entrar en el detalle, no voy a descender a lo meramente episódico. No he recogido la totalidad del panorama de la subversión de España, porque, por completa que sea la información, es muy difícil que pueda recoger hasta los últimos brotes anárquicos que llegan a los más lejanos rincones del territorio nacional».
Desde el 16 de febrero hasta el 15 de junio, inclusive, un resumen numérico arroja los siguientes datos:
- Iglesias totalmente destruidas, 160.
- Asaltos de templos, incendios sofocados, destrozos, intentos de asalto, 251.
- Muertos, 269.
- Heridos de diferente gravedad, 1.287.
- Agresiones personales frustradas o cuyas consecuencias no constan, 215.
- Atracos consumados, 138.
- Tentativas de atraco, 23.
- Centros particulares y políticos destruidos, 69.
- Ídem asaltados, 312.
- Huelgas generales, 113.
- Huelgas parciales, 228.
- Periódicos totalmente destruidos, 10.
- Asaltos a periódicos, intentos de asalto y destrozos, 33.
- Bombas y petardos explotados, 146.
- Recogidas sin explotar, 78.
Diréis, Sres. Diputados, que esta estadística se refiere a un periodo de agitación y exacerbación de pasiones, a la cual, en su discurso primero en esta Cámara, se refería el Sr. Azaña cuando presidía el Gobierno. Podréis decir que posteriormente, al calmarse el fervor pasional, al actuar los resortes del Poder, al acabar los primeros momentos, ha venido un instante de tranquilidad para España.
Me va a permitir la Cámara que brevemente haga una estadística de cuál es el desconcierto de España desde que el Sr. Casares Quiroga ocupa la cabecera del banco azul. Desde el 13 de mayo al 15 de junio, inclusive:
- Iglesias totalmente destruidas, 36.
- Asaltos de iglesias, incendios sofocados, destrozos e intentos de asalto, 34.
- Muertos, 65.
- Heridos de diferente gravedad, 230.
- Atracos consumados, 24.
- Centros políticos, públicos y particulares, destruidos, 9.
- Asaltos, invasiones e incautaciones —las que se han podido recoger—, 46.
- Huelgas generales, 79.
- Huelgas parciales, 92.
- Clausuras ilegales, 7.
- Bombas halladas y explotadas, 47.
¿Será necesario, Sres. Diputados, que a la vista de esta estadística aterradora yo tenga que descender a detalles? ¿Será preciso que vaya recogiendo, uno por uno, detalles que, en algunos casos, si vuestra curiosidad tuviera necesidad de ser satisfecha, podrían ir a las páginas del Diario de Sesiones, mediante el permiso de la Presidencia?”
Asimismo, en su intervención ante la Diputación Permanente del Congreso de Diputados. el 15 de julio de 1936, Gil Robles además de denunciar el asesinato de Calvo Sotelo, líder del Bloque Nacional, ocurrido el 13 de julio de 1936, señaló que; “Desde el 16 de junio al 13 de julio, inclusive, se han cometido en España los siguientes actos de violencia, habiendo de tener en cuenta los señores que me escuchan que esta estadística no se refiere más que a hechos plenamente comprobados y no a rumores que, por desgracia, van teniendo en días sucesivos una completa confirmación:
- Incendios de iglesias, 10.
- Atropellos y expulsiones de párrocos, 9.
- Robos y confiscaciones, 11.
- Derribos de cruces, 5.
- Muertos, 61.
- Heridos de diferente gravedad, 224.
- Atracos consumados, 17.
- Asaltos e invasiones de fincas, 32.
- Incautaciones y robos, 16.
- Centros asaltados o incendiados, 10.
- Huelgas generales, 129.
- Bombas, 74.
- Petardos, 58.
- Botellas de líquidos inflamables lanzadas contra personas o casas, 7.
- Incendios, no comprendidos los de las iglesias, 19.
Esto en veintisiete días. Al cabo de hallarse cuatro meses en vigor el estado de alarma, con toda clase de resortes el Gobierno en su mano para imponer la autoridad, ¿Cuál ha sido la eficacia del estado de alarma? ¿No es esto la confesión más paladina y más clara de que el Gobierno ha fracasado total y absolutamente en la aplicación de los resortes extraordinarios, que no ha podido cumplir la palabra que dio solemnemente ante las Cortes de que el instrumento excepcional que la Constitución le da, y el Parlamento pone en sus manos, había de servir para acabar con el estado de anarquía y subversión en que vive España?”
Gil Robles había escapado por los pelos de ser asesinado el 13 de julio, cuando quienes asesinaron a Calvo Sotelo, pasaron esa misma noche por su domicilio de Madrid a buscarlo y no lo encontraron. Por ello, tras su discurso del 15 de julio en el Congreso, salió hacia Francia ese mismo día, lo que, posiblemente, evitó que fuera asesinado cuando se produjo el alzamiento del 18 de julio.
Todos estos datos ponen en evidencia que España en el primer semestre de 1936, vivía en un clima de desorden en el que la violencia campaba por sus respetos, sin que se tomaran las medidas necesarias para frenarla. ¿Se habría producido el Alzamiento sin ese clima de violencia? Todo es posible puesto que, en 1934, sin que existiera esa situación de violencia, UGT y el PSOE, con Largo Caballero e Indalecio Prieto a la cabeza, promovieron un sangriento golpe de estado. Pero el golpe de estado de Mola y Franco, a tenor de los datos expuestos, no se produjo en un contexto político pacífico ni mucho menos, sino ante una situación gravísima de desorden público al que el Gobierno no se enfrentaba.
Las frases incendiarias de Largo Caballero en la campaña electoral, la amnistía concedida a quienes promovieron o participaron en el sangriento golpe de estado de 1934, y el contexto de violencia política, citado con detalle por Gil Robles, eran contrarios al estado de Derecho y dinamitaron la confianza en la democracia. Ni Azaña, ni mucho menos el PSOE y la UGT, asumieron sus responsabilidades respectivas de gobierno y de peso político para frenar un clima de desorden inaceptable e incompatible con la democracia.
El 19 de julio, tras el alzamiento, el jefe de Gobierno, Casares Quiroga, fue cesado por Azaña quien nombró en su lugar a José Giral Pereira, el cual tomó la trágica y errónea decisión de armar las milicias populares, dejando de lado que el orden público y el enfrentamiento con los alzados eran una competencia irrenunciable del gobierno republicano, que tenía a sus órdenes a las Fuerzas de Seguridad y a la mayor parte de las Fuerzas Armadas, Ejército, Marina y Aviación.
Lamentablemente, Giral, el jefe de Gobierno, no fue capaz no solo de oponerse al golpe militar, sino tampoco de mantener el orden y de atajar la represión desatada en la zona republicana por las milicias populares y la subsiguiente creación de las tristemente famosas checas. El Gobierno republicano tomó así el mismo camino que, en 1917, había empleado Lenin al crear su sanguinaria y temida CHEKA, que más adelante sería conocida como la KGB.
Apenas dos meses más tarde, el 4 de septiembre de 1936, Azaña sustituyó a Giral Pereira por Largo Caballero, como jefe del Gobierno. La Guerra Civil quedaba garantizada. Con Largo Caballero, a tenor del tono de sus mítines, no iba a haber la menor posibilidad de llegar a un acuerdo con los sublevados y reabrir una nueva etapa democrática. Posteriormente, Azaña, el 17 de mayo de 1937, cesó a Largo Caballero y nombró jefe de Gobierno a Juan Negrín, el cual lo fue hasta el final de la guerra.
Esta sucinta información histórica sobre elementos clave que desembocaron en nuestra Guerra Civil, nos es de gran utilidad en 2025, para preguntar a Sánchez, a su Gobierno y a todos los marxistas que le apoyan: ¿Fue el Frente Popular respetuoso con la democracia constitucional de la República? ¿Lo habría sido hoy con la vigente Constitución de 1978?
El PSOE de entonces, fundado en 1879, llevaba en sus venas el marxismo, en su versión leninista más dura, y en esa dirección hubiera llevado a España de haber ganado la Guerra Civil. Ya lo decía claramente Largo Caballero quien, en 1934, había dado un claro ejemplo del camino que los socialistas estaban dispuestos a recorrer.
Además, hoy cabe preguntarse, a la luz de lo que poco después, en 1945, pasó con todos los países de Europa del Este (Bulgaria, Rumanía, Hungría, Checoslovaquia, Polonia, Yugoslavia, Alemania del Este, Estonia, Letonia y Lituania) ¿Qué habría pasado en España tras una hipotética victoria de Largo Caballero, en la Guerra Civil?
La Constitución de 1978 surgió de un proceso pacífico de la ley a la ley, en el que primó un espíritu de reconciliación y de borrón y cuenta nueva para todo lo que se hubiera hecho en ambos bandos, tanto antes como durante la guerra y después con el maquis y el franquismo e incluso con ETA.
Por el contrario, en 1936, el Frente Popular no postulaba la convivencia democrática, que propugna nuestro preámbulo constitucional. Su fuente inspiradora principal fue el marxismo revolucionario con todo lo que ello conllevaba y conlleva. Nada tiene que ver el Frente Popular de 1936 con la Constitución de 1978. Tanto su amnistía pura y dura al golpe sangriento de 1934, sin exigencia de arrepentimiento, como sus declaraciones revolucionarias, sus manipulaciones para desalojar a quienes habían ganado las elecciones en 1933, y su tolerancia ante la situación de desorden, llevan a la conclusión de que nada tuvo que ver la actitud del Frente Popular en 1936 con la voluntad de entendimiento que primó en la redacción de la Constitución de 1978.
Me parece vergonzante que hoy la izquierda siga engañando a mucha gente de buena voluntad con el tema de los desaparecidos y demás, que por cierto los hay en ambos bandos. Por otra parte, me parece intelectualmente muy pobre que muchos no sepan ver que el marxismo es una ideología criminal, basta con leer el Manifiesto Comunista, que ha dado lugar a una treintena de regímenes comunistas, todos ellos dictaduras totalitarias y sangrientas y que aún sigue en expansión por el mundo (Venezuela, Nicaragua y las que puedan venir en el futuro). En 1997, el Libro Negro del Comunismo cifró en 100 millones las víctimas que le son imputables. Hoy en 2025, seguramente habría que añadir una decena o veintena de millones más.
Muchos hemos oído hablar de las diez persecuciones que sufrieron los primeros cristianos, que tuvieron lugar entre el año 65 y el 310 después de Cristo. Los historiadores cifran en un máximo de diez mil muertos las víctimas de esas persecuciones en esos 250 años. Pues bien, en apenas tres años de nuestra Guerra Civil, el bando del Frente Popular asesinó a 6.832 sacerdotes, religiosos y religiosas, que se enumeran, con nombres apellidos y circunstancias, en el libro “Persecución Religiosa en España 1936-1939” de Antonio Montero.
Seamos beligerantes con el grupo de “progresistas” que quieren e insisten en la Memoria Histórica. Luchemos para evitar que su mentira se difunda con fondos públicos, que financian un enfoque sesgado de la historia, propaganda engañosa y chiringuitos para colocar a los amigos. Somos una inmensa mayoría los que creemos en la Reconciliación y valoramos que nuestra democracia se haya asentado sobre ella. Exijamos que se frene la campaña de engaño y odio y creemos el futuro de armonía, orden y progreso, que la gran mayoría anhelamos. Hay que curar la herida mal cerrada del pasado con la verdad y con amplitud de miras. España y toda su historia tienen mucho que aportar a la humanidad. Construyamos juntos el futuro.
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Fuentes
elmundofinanciero.com/noticia/120415
elmundofinanciero.com/noticia/120430
elmundofinanciero.com/noticia/120465
Diga lo que diga me voy a quedar corto, primero por lo bien que está escrito, segundo porque es maravilloso conocer estos detalles con una verdad tan clara. Ojalá se dé a conocer en todo el mundo.
Muchas gracias Santiago, por tu amable comentario. Si me facilitas tu móvil te puedo incluir en una lista de difusión, donde nadie puede ver ni tu nombre ni móvil, y enviarte otros artículos míos. Te paso mi email esm@pensadoressinfronteras.org. Un cordial saludo