Ser progresista: “Cada individuo contribuirá a la sociedad según sus capacidades y recibirá según a sus necesidades”. Esta frase trampa resume el ideal demagogo y comunista que muchos jóvenes persiguen, ilusionados con un mundo más “igualitario”, y que hoy sigue presente tanto en la izquierda como en parte de la derecha europea.
Progresista: No es ayudar a cambio de nada
La triste realidad es que en los cientos de intentos que ha habido de crear sociedades comunistas lo que se ha implantado finalmente han sido regímenes represivos sin libertades y con más pobreza.
Y una de las causas es la falta de estímulo para la libre expresión y creación, para la innovación y para premiar social y económicamente a quien más estudia, investiga, se esfuerza, trabaja y ayuda a los demás.
La excesiva regulación y burocracia son también algunos de los obstáculos a ese estímulo y productividad.
El llamado Estado del bienestar oculta sistemáticamente que todas las paguitas, ayudas, subvenciones, salarios mínimos, etc. salen del esfuerzo de los trabajadores y emprendedores, y si estos son cada vez menos, no habrá dinero para dichas ayudas.
Nada es gratis, y si algo se les da a unos es porque se les quita a otros.
En una auténtica sociedad progresista, el Estado no debe dar ayudas a nadie a cambio de nada (son muy pocas las excepciones, para casos muy puntuales de personas con discapacidades graves que le impiden realmente cualquier trabajo o aportación a la sociedad).
En el caso de inmigrantes ilegales y Menas las ayudas favorecen la invasión de nuestro país mediante la ley del más fuerte. Los que vienen no son los más necesitados, ni enfermos o ancianos, y a la vez vacían sus respectivos países de una fuerza necesaria.
El verdadero progresismo
Lo realmente progresista es devolverlos a sus países y a sus familias, evitarles la tentación de la delincuencia y ayudarles en sus propios ambientes a que aprendan a crear riqueza y mejorar sus sociedades (por cierto, países con muchas riquezas naturales y mayoritariamente gobernados por dictadores y grupos izquierdistas o islamistas).
En el caso de los parados es necesario un seguro de desempleo, pero que esté condicionado a que realmente no se encuentre disponible trabajo en un entorno razonablemente próximo al desempleado.
Cualquier ayuda económica debería tener una contraprestación por parte del que la recibe:
Plantar o cuidar árboles y bosques, cuidar parques y jardines, limpiar espacios naturales, cuidar personas necesitadas en centros de acogida, etc.
Lo contrario es generar vagos dependientes del Estado y destruir la autoestima de los que la reciben.
Las ayudas deben ser incompatibles o limitarse cuando existan antecedentes delictivos. A los delincuentes y okupas, evidentemente, no se les deben regalar viviendas sociales, sino buscarles trabajos con los que poder pagar el alquiler social.
El salario mínimo vital debe darse a cambio de un trabajo mínimo vital que mejore la sociedad…. Seguir pagando ayudas sociales con el dinero de emprendedores y trabajadores nos lleva a una sociedad más mediocre, más violenta y con menos riqueza y progreso para todos, incluidos los necesitados.