La Agenda 2030 plantea objetivos que despiertan fundadas sospechas de control intencionado y dominación encubierta de Europa.
Por ello hay que contrastar los datos científicos y oponerse a su implementación, puesto que sus efectos nocivos podrían superar con creces a sus eventuales beneficios.
Uno de los postulados de dicha AGENDA 2030 es el Cambio climático, que el siguiente artículo de Fernando del Pino Calvo-Sotelo, descalifica con el título Escuela de calor 2024.
En dicho análisis, la describe como la mayor estafa de la Historia, teniendo en cuenta la ingente cantidad de dinero que depende del catastrofismo climático, la aplastante presión y censura sobre los científicos y el significativo número de caraduras que viven de ello.
Nos encontramos en definitiva frente a una agenda de poder, con la que magnates y locos del globalismo aspiran a tener, al menos, a la sociedad occidental controlada, sin libertad ni prosperidad y sometida a todo tipo de prohibiciones y restricciones por miedo a un apocalipsis inventado.
Mencken lo describió hace más de un siglo: «El único objetivo es mantener a la población asustada (y, por tanto, clamando por su salvación) amenazándola con una interminable serie de temores, casi todos imaginarios.
El ensayo de dominación mundial ya se efectuó con protocolos ilegales en el caso del COVID. No se trata de negacionismo, puesto que esa pandemia fue realmente peligrosa, pero tampoco podemos ceder ante ciertos controles que pretenden imponer los globalistas y progresistas. Se trata más bien de ciencia, sensatez en los límites y pervivencia de la libertad a ganarse la vida con los propios recursos, tal y como ha logrado a pulso y sangre nuestra Europa democrática.
Escuela de Calor 2024
Publicar en plena canícula veraniega un artículo sobre cambio climático con este título se ha convertido en toda una tradición. Este año, además, se cumple el 40 aniversario de la canción homónima, aparecida en una época, los gloriosos 80, en la que la música era música, la vida estaba llena de esperanza y el ciudadano era mucho más libre. También en aquella época los científicos aún no sacrificaban su integridad por defender una consigna política que les asegurara el empleo o el ascenso.