EL CONCILIO CADAVÉRICO

EL CONCILIO CADAVÉRICO-J. M. Jiménez Muñoz

Artículo «EL Concilio Cadavérico» de Juan Manuel Jimenez Muñoz, médico y escritor malagueño, que publicamos desde Iniciativa2028.es por su interés y actualidad.

Se acabó la época en que para llegar a la dictadura era necesario perpetrar, forzosamente, una revolución violenta, un pronunciamiento militar o una guerra civil entre hermanos. Hoy, en los tiempos que padecemos, bastan métodos sutiles para perder la libertad y dar la vuelta al país: basta con la ambición desmedida de un aspirante a tirano, basta con el apoyo comprado de los medios de comunicación, bastan las mentiras mil veces repetidas, basta el ninguneo de la Constitución, basta el retorcimiento de la Ley por quienes tienen el deber de cumplirla, y basta la inhibición de los buenos. Basta y sobra con eso.

Las tretas del Napoleón que nos gobierna son únicamente posibles gracias a la aborregada militancia del Partido Socialista, a la fanática militancia de Pudrimos, al cáncer de los secesionistas, al pasotismo de muchos españoles y a la abulia de una Oposición en shock que ni está ni se la espera. Todos al servicio de los cambios de opinión de un déspota.

En España estamos asistiendo, impávidos, a un pacífico golpe de Estado a cámara lenta. Mejor dicho: entre 2014 y 2019 el golpe transcurría a cámara lenta. Pero ahora, entre 2020 y 2023, ya transcurre a cámara rápida: con la vergüenza perdida y el descaro de quien declara sus cartas sin temor a la Justicia. En poco tiempo, al módico precio de siete votos y saltándose la Constitución Española, amnistiarán a delincuentes y permitirán (con eufemismos literarios para que la cosa cuele) los referéndums de autodeterminación de vascos y catalanes. Con ello, finalizará el Régimen del 78 para dar paso a no se sabe bien qué, tal vez a las plurinacionalidades cantonalistas de la Primera República, cuando Jumilla amenazaba a Murcia, cuando Cádiz luchaba contra Jerez de la Frontera, cuando Cartagena bombardeaba Almería y cuando Granada declaró la guerra a Jaén.

Dirás que exagero, ¿verdad, lector? Pues no es así. Mira, si no, lo que, ya en su vejez, escribió en sus Memorias don Emilio Castelar (el penúltimo presidente de la Primera República Española) sobre el nefasto año 1873, cuando España se dividió en Cantones:

«Hubo días de aquel verano de 1873 en que creíamos completamente disuelta nuestra España. La idea de legalidad se había perdido en tales términos que los encargados de dar y cumplir las leyes desacatábanlas sublevándose, o tañendo arrebato contra la legalidad. No se trataba allí, como en otras ocasiones, de sustituir un Ministerio o una forma de Gobierno. Tratábase de dividir en mil porciones nuestra Patria; porciones semejantes a las que siguieron a la caída del Califato de Córdoba. De las provincias llegaban a Madrid las ideas más extrañas y los principios más descabellados».

¿Te suena, lector? ¿Te suena? Pues podríamos hablar ahora del lamentable estado del Estado, de un Estado que está como nunca ha estado: asustado y atacado, derrotado y perforado; un Estado adulterado, hipnotizado; un Estado ya en la UCI. Pero me aburre repetir lo que es del dominio público. Por eso, incidiré en mi teoría de que estamos gobernados por un déspota.

¿Cómo podríamos explicar, si no, que se autoricen pinganillos y traductores en el Congreso antes de que el propio Congreso apruebe una Ley que permita usar allí todas las lenguas de España? En otras palabras: ¿cómo podríamos explicar, si no, que ahora las leyes entren en vigor antes de que se aprueben?

¿Cómo podríamos explicar, si no, que Yolanda Díaz, la mujer más bien peinada de España, y la mejor vestida, y la más marxista de todas, la vicepresidenta de un Gobierno democrático, se haya reunido en el extranjero con dos delincuentes fugados sin que caiga sobre ella todo el peso de la Ley? ¿Cómo podríamos explicar esa rebeldía, esa chulería, esa golfería, esa merdellonería, esas mechas en el pelo, esa traición al Estado de una ministra de España?

¿Cómo podríamos explicar, si no, que ayer se empezaran a investigar unos hechos sucedidos en 1977 y que están prescritos por la amnistía de 1978? ¿Cómo podríamos explicar que la fiscal de la Desmemoria Histérica haya ordenado investigar unos presuntos malos tratos policiales sucedidos en 1977, y ya amnistiados? ¿Y cómo podríamos explicar, entonces, que no se investigue también el crimen de 1976 confesado anteayer por Josu Ternera en el reportaje al jefe de ETA colgado en la plataforma Netflix?

¿Para qué se conceden, pues, las amnistías? ¿O sólo valen las amnistías si te llamas Puigdemont? ¿O sólo valen las amnistías cuando el amnistiado es un “progresista” de ETA llamado Josu Ternera, condenado a 2354 años de cárcel por 88 delitos de asesinato frustrado y por 11 asesinatos consumados, entre ellos los de 5 niños, niñas y niñes? ¿Ya no vale la amnistía para los policías y guardias civiles que luchaban contra ETA antes de 1978? ¿Y vale la amnistía para esa alimaña con forma de persona?

Ah. Por cierto. ¿Qué habríamos de hacer ahora si no sirve la amnistía de 1978, si rompemos los consensos de la Transición por los que unos y otros aparcaron sus querellas y se dieron el abrazo de la paz? ¿Nos liamos a porrazos otra vez? ¿Desenterramos a Fraga para juzgarlo por su etapa de ministro franquista? ¿Desenterramos a Adolfo Suárez por provenir del franquismo? ¿Desenterramos a Santiago Carrillo para juzgarlo por los crímenes de Paracuellos? ¿Desenterramos a Marcelino Camacho para juzgarlo por sus actividades sindicales clandestinas durante el franquismo?

En fin. No quiero dar ideas a los iletrados que nos gobiernan. Pero, al paso que vamos, no me extrañaría un episodio similar al sucedido en Roma en el año 897, durante el llamado Concilio Cadavérico: el Papa Esteban VI, que debía de ser un hombre muy simpático, desenterró el cadáver de su predecesor Formoso (muerto nueve meses antes), lo revistió con los ornamentos papales, lo sentó en un trono, lo acusó de todo lo habido y por haber, y luego, como castigo, le cortó tres de dedos de la mano. Al parecer, extrañamente, Formoso no se defendió de las acusaciones ni dijo ¡ay! cuando perdió los tres dedos.

Cagoentóloquesemenea y mitad del cuarto más.

Ya te digo. No quiero dar ideas.

Firmado:

Juan Manuel Jimenez Muñoz.
Médico y escritor malagueño.

Iniciativa 2028


Autor: Redacción | Artículos de Redacción
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