Carlos Pérez Ariza-Presentación de Andrés de Urdaneta en su Tornaviaje

Carlos Pérez Ariza-La prensa mancha y la vida también

Carlos Pérez Ariza es periodista, nacido en Málaga y crecido en Caracas. Hoy nos presenta su penúltimo libro  «La prensa mancha y letras urgentes» (Ediciones Algorfa, 2021).

La prensa mancha y la vida también

Es un conjunto de ensayos y artículos en torno a su vida, la comunicación social y los percances del oficio de ser periodista.

Su amplio currículo queda reflejado en su obra.

  • Periodista en ejercicio desde 1973.
  • Profesor Doctor en Departamento Periodismo Facultad CC Comunicación/UMA, desde 2001.
  • Director y docente en los cursos: I EXPERTO UNIVERSITARIO EN ESCRITURA Y REALIZACIÓN PARA CINE Y TV.
  • Co-director del Máster Comunicación Política y empresarial, ambos de Títulos Propios de la UMA.
  • Articulista semanal en La Opinión de Málaga, desde enero 2009 a la fecha. 

(+Info)

Entrevista del diario de Caracas a Carlos Pérez Ariza

EN LA ERA DE LAS FAKE NEWS

Primero se graduó en la Universidad Católica Andrés Bello, luego estuvo en algunos países latinoamericanos  en donde ejerció el periodismo desde «trincheras calientes». En Caracas, establecido, se desempeñó en revistas, periódicos radio y TV.  Carlos Pérez Ariza escribe como habla, con nitidez y profusamente. Es transparente en sus opiniones. Desde su retorno a España, afiló su puntería docente desde la Universidad de Málaga. Guarda méritos como escritor y profesor en Ciencias de la Comunicación. Ha sido colaborador, en España, en especial del diario La Opinión de Málaga.

En 1980 fue, en sus propias palabras, fichado por Diego Arria para incorporarse como redactor político en 1980 y allí estuvo (no lo recuerda bien) hasta 1985 o 1986. Reingresó más tarde, en 1989, bajo la égida de un gerente de las nuevas generaciones enviado desde  la nueva dueña del medio impreso, la televisora RCTV: el yuppie Germán Pérez-Naim. El Diario ya no se parecía al que había conocido antes.

Luis Lozada Soucre ‒fallecido en 2021‒ y Carlos Pérez Ariza eran ambos directores creativos en ARS Publicidad cuando fueron llamados por El Diario para rehacer la sección de Cultura y Espectáculos. El ministro de Cultura era por ese entonces José Antonio Abreu. En 1991, Pérez Ariza decidió ir a España a recibir el Premio Iberoamericano de Periodismo que había ganado por un cuadernillo sobre la libertad de expresión en Venezuela. Eso fue en enero de 1991. Estando en la Madre Patria, como quien dice, decidió quedarse en España y en efecto ha sido así hasta la fecha. En uno de sus viajes de regreso a Caracas, para asistir a la boda de uno de sus hijos ‒Carlos ha sido prolífico en casorios e hijos‒ les comentó a un par de amigos con quienes conversaba: «Es que cada vez que uno vuelve resulta que Venezuela, ahora sí,  ha tocado fondo. Pero siempre hay un fondo más abajo que ese fondo».

Sebastián de la Nuez
Carlos Pérez Ariza-La prensa mancha y la vida también
La prensa mancha y la vida también

‒¿Algún recuerdo especial de Miyó Vestrini? ¿Leíste algo de su poesía?

–Miyó Vestrini fue una inspiración para la sección de Cultura de El Diario de Caracas. No sólo por su presencia, siempre alerta por ser la guardiana de esa sección. «Hay que escribir siempre bien», decía, y eso era recordarnos su prestigio, que conocíamos, y la reverencia que sentíamos hacia su gran peso periodístico. Eso, a pesar de que jamás mostró esa superioridad; por el contrario, una inmensa humildad, esa que solo saben mostrar las personas grandes de corazón y mente. Su cultura era enciclopédica, podría haber sido la jefa de la sección, de sobra; pero era una más del equipo sin resquemor, siempre dispuesta a ayudar, a guiar, a ser una verdadera compañera. Fue una maestra, un ejemplo para el periodismo cultural, una amiga íntima, entrañable, insustituible e irrecuperable. Cada vez que me siento con los dedos en el teclado (y es así desde 1991, cuando ella decidió morir) recuerdo las palabras de Miyó: «Escribir bien es más fácil que hacerlo mal».

De su poesía, creo que malamente recordada por la crítica y los editores, que he leído y sigo leyendo en ocasiones, como ahora, puedo recordar especialmente: El país, decíamos / lo poníamos en las mesas / lo cargábamos a todas partes / el país necesita / el país espera / el país tortura / el país será / al país lo ejecutan / y estábamos allí por las tardes / a la espera de algún doliente / para decirle / no seas idiota / piensa en el país. De su libro El invierno próximo. Una letra poética premonitoria, podría decirse. Pero Miyó nunca dejó de ejercer como periodista, aun desde su atalaya poética lo era.

‒¿Puedes describir la Redacción de El Diario de Caracas que viviste, el ambiente, lo que se decía, algo que la dibuje o dibuje a sus reporteros?

–Ingresé en El Diario tras ser fichado por Diego Arria en 1980. Ya los argentinos fundadores, creo recordar, estaban de salida. Empecé haciendo unas vacaciones o baja de alguien de Política, que coordinaba Elizabeth Baralt. Me asignaron la cobertura del partido Copei. Tras esos primeros meses, pasé a [la sección de] Cultura, que era mi petición. Aquella redacción era bien diferente a todas las otras en las que había estado: diario 2001, revistas Momento y Bohemia del Bloque De Armas, durante los años setenta de mi carrera y posteriores a la graduación en la UCAB. Era estar en algo nuevo, distinto al periodismo tradicional de la pirámide invertida a rajatabla: un periódico donde la subversión era posible. Lo primero que puedo señalar es que se trabajaba sobre una maqueta previa a la redacción del texto. Eso no era así en aquellos años en ningún otro diario venezolano. Daba la ventaja de respetar el texto, que tú firmabas; el espacio al servicio de la redacción y no al revés como era en el sistema periodístico antiguo. Antes, tu texto tenía que encajar en el espacio, con lo cual siempre era mutilado por abajo o en el titular. De allí aquello del corsé de la pirámide invertida. En El Diario de Caracas se acabó con esa restricción, favoreciendo al redactor.

El ambiente, por tanto, era más distendido. Interpretar era un pugilato con la línea férrea de la opinión. No traspasarla era obligación. Recuerdo que se conservaba al jefe de redacción/corrector –aún no había llegado el reino de Internet–, José Abinadé, creo recordar, quien ponía las comas en su lugar y no sólo eso: podía señalarte que a tu titular le faltaba un verbo de acción, por poner un ejemplo. Aquella redacción tenía varios exiliados chilenos y argentinos, entre ellos Carlos ‘el Negro’ Jorquera, que había sido jefe de prensa de Salvador Allende, superviviente del asalto a La Moneda, y trasteaba por la información internacional. Otro argentino o uruguayo era el librero (no recuerdo su nombre) que cada semana ofrecía a la venta a buenos precios y fiados libros que todos allí compraban. Era un signo de la cultura general que mantenían esos periodistas de antes… no sé si los de ahora lean tanto y a tantos. Era una redacción bulliciosa, participativa. A Cultura se acercaban compañeros de otras secciones para aclarar dudas, buscar sinónimos o pedir ayuda sobre la redacción o significado exacto de un término en su contexto. En nuestra sección estaban Luis Lozada Soucre, Miriam Freilich, otra chica de quien no recuerdo su nombre; después entró, desde política, Elizabeth Baralt. Era una redacción cohesionada. Desde que se fue Diego Arria y quedó en manos del grupo RCTV, y con Rodolfo Schmidt de director, aquello se volvió turbio, insostenible. Él echó a Miyó Vestrini y entre 1985-86 yo me fui a El Nacional, donde no me adapté. Allí seguían con la antigualla de la pirámide y no pude entenderme con el bis estalinista de mi jefe allí, el llamado «poeta del llano», Luis Alberto Crespo.

‒En tu libro La prensa mancha… hablas de fake news, que los gobiernos mienten deliberadamente hoy en día. ¿Cómo podrías comparar con los gobiernos de la Cuarta República? ¿Sentiste que los gobiernos de CAP o LHC tenían por sistema inventarse una realidad paralela?

–En el transcurso de mi relación con políticos tanto como periodista desde los medios y como dircom de entidades públicas (Ministerio de la Juventud, ayuntamiento de Málaga y Universidad de Málaga) he podido comprobar que la mentira directa o la media verdad cuya interpretación es favorable al gobernante es una práctica usual, diaria, moneda de uso corriente. Enfrentar la verdad es cosa de estadistas de alto nivel. Churchill, por ejemplo, en sus días de líder de Inglaterra contra la Alemania nazi, ¿cómo podía mentirle a su pueblo? Las bombas que caían lo hubieran desmentido. Los mediocres políticos de hoy están asistidos por aquello que inventó o, al menos, practicó con éxito, el doctor Joseph Goebbels, «una mentira repetida cien, mil veces se convierte en verdad». Pues la cibernética ha implantado esa corriente imparable de las fake news, donde una mentira parece verdad y algo que puede ser verdadero podría ser falso. Creo que los gobiernos venezolanos de CAP y LHC no escaparon a ese disfraz de los hechos con declaraciones plagadas de medias verdades interpretadas a su manera, a conveniencia, o a directas mentiras enmascaradas de posibles verdades. Tras el advenimiento de los bolivarianos, la mentira como arma cargada de revolución falsa se ha instalado. La oposición tampoco se salva de esa práctica.

En La prensa mancha… también hablas de la destrucción sistemática de Venezuela. ¿Algún síntoma de esta capacidad suicida del venezolano con poder en la Venezuela que conociste? ¿Era ya como un germen en potencia, detectable en algunos políticos acaso?

–En la Venezuela que conocimos (décadas 60/70/80) no hubo en ese bipartidismo gobernante una acción semejante como establecer, desde el poder, el suicidio de la nación. Esa democracia de cuarenta años pecó de una cosa principal y fue, según creo, profundizar el Estado de Derecho. Pensaban o fingían creer que, una vez pacificado el país y con las libertades constitucionales escritas, era suficiente. En la medida que gobernaran unos (AD) u otros (COPEI) el sistema iba funcionando. Era más barato importar arroz que sembrarlo. Total, el petróleo cotizaba al alza, aun cuando estuviera barato, como para mantener a una sociedad desigual, pero contenta en la superficie. «Tu país está feliz». El primer aviso del Viernes Negro, en 1983, reveló que aquella democracia estaba enferma económicamente. Mientras tanto, el huevo de la serpiente iba incubándose. Hasta que llegó el primer aviso a navegantes: el golpe de 1992. Fallido, pero indicativo de que dentro del ejército democrático existía una facción antidemocrática. ¿Cómo, me pregunto, los gobiernos constitucionales no previeron que ese huevo se estaba gestando dentro de las Fuerzas Armadas? Se puede decir que el germen, que se podía observar en los políticos de uno u otro partido, fue el de la corrupción y, desde luego, no haber gobernado con miras a un desarrollo más potente e igualitario hacia el futuro, reforzando el sistema democrático.

‒¿Qué diferencias fundamentales puedes apreciar entre un reportero de periódico de alguna comunidad autónoma y un reportero venezolano de los años 80, por ejemplo?

–En los años ochenta un reportero venezolano se movía en un Estado de Derecho donde la libertad de expresión estaba garantizada en la Ley, pero hasta cierto punto en la práctica. Pero sobre todo aquellos periodistas, en términos generales, eran cultos y orgullosos del papel que jugaban en su sociedad. La diferencia, opino, entre los de ahora en una comunidad autónoma española es que su nivel cultural es bajísimo. Estoy cansado de asistir a ruedas de prensa donde casi no hay preguntas. No conocen bien los temas sobre los que tienen que informar. Además, las redacciones de las publicaciones locales están altamente mermadas desde la crisis financiera de 2008/2009. Las coincidencias son hoy que aquéllos y éstos ganaban y ganan sueldos miserables. Tanto la clase empresarial de la prensa en Venezuela de los ochenta, como la española de hoy día, se parecen. Ambas manejaron y gestionan hoy aquí a los medios como si fueran supermercados de noticias. También hay una diferencia entre aquellos reporteros que cubrían la información a pulso y pateando despachos, y estos de ahora que se apoyan en las redes sociales y sus deslices informativos.

En el caso de la Guerra Civil española, las heridas abiertas parecían haberse cerrado en el consenso de la Transición. No fue así al parecer. Encajar la memoria democrática en los acontecimientos que van desde la Segunda República, Guerra Civil, dictadura…, parece restringir el significado de esta nación

Ese cuadernillo sobre la libertad de expresión en Venezuela (con el que ganaste el premio en España), ¿lo puedes resumir sucintamente? 

–Aquel cuadernillo [ganó entre una treintena de trabajos de Iberoamérica y España el Premio Iberoamericano de Periodismo, cuya convocatoria era sobre la libertad de expresión] mostraba, basado en un abanico de fuentes políticas diversas, el estado del ejercicio de la libertad de prensa y expresión en Venezuela. Se creía que en un Estado con tradición democrática de casi cuarenta años para 1990, esa libertad, consagrada explícitamente en la Constitución de 1959, era una garantía incuestionable. Ese cuadernillo probó que eso no era tan claro. Y que los gobiernos habían incumplido el precepto constitucional más de una vez. En ocasiones puntuales en los años sesenta, por la situación bélica de guerrillas comunistas y alzamientos militares, mediante presiones a los medios y otras argucias, ese derecho fue violado por una u otra causa. Ese trabajo sobre el significado de la libertad de expresión fue la semilla para el tema de mi tesis doctoral, «La libertad de expresión en España (1990/1999): nuevas tecnologías y sociedad de la información», que defendí en enero de 2001 con la máxima calificación, sobresaliente cum laude, y me abrió al periodismo docente en la Universidad de Málaga. No hay ideas perdidas (que decía mi abuela), una cosa te lleva a la otra. Por cierto, mi tesis ganó el Premio Nacional en 2002 para tesis doctorales en Comunicación.

El tratamiento o búsqueda y conservación de la memoria de los pueblos. Haz una comparación entre cómo conservan o buscan los venezolanos su memoria (si es que lo hacen) y la ley de Memoria Histórica en España. 

–La memoria de los pueblos ha sido frágil. Y la que se recuerda siempre es escrita por los vencedores. La memoria colectiva de los venezolanos parece surgir desde la guerra de Independencia. Se oculta o cuenta a retazos toda la anterior. La memoria actual, desde que se implantó lo bolivariano, parece esconder todo lo primordial antes de 1998, cuando se hicieron con el poder. La llamada memoria histórica o, ahora, memoria democrática española, parece cojear de lo mismo. En el caso de España se escamotea la larga historia de Hispania desde los celtíberos a hoy… es mucha historia. Encajar la memoria democrática en los acontecimientos que van desde la Segunda República, Guerra Civil, dictadura…, parece restringir el significado de esta nación. ¿Cuál es la parte de los hechos históricos de los que hay que guardar memoria? ¿Por qué unos sí y otros no? ¿Quién o quiénes deciden la parte de la historia de la que hay que guardar memoria? En el caso de la Guerra Civil española, las heridas abiertas parecían haberse cerrado en el consenso de la Transición. No fue así al parecer. Tema delicado este. En el caso de Venezuela y aun de Hispanoamérica, pocos se atreven a decir que aquellas guerras de Independencia fueron también civiles. Lo cierto es que no se recuerda. Por uno u otro motivo, tiende a repetirse y las heridas mal cerradas suelen volver a abrirse.

En uno de tus artículos en La prensa mancha… hablas de los museos, luego sobre la casa natal de Picasso. Por cierto, ¿el Guernica qué significa para ti hoy, desde tu perspectiva de retornado que ha conocido bien al menos una parte de Latinoamérica? ¿Alguna advertencia que se derive del mosaico de Picasso? 

–El cuadro de Guernica, retornado a España, fue en su momento (yo vivía en Madrid) un acontecimiento nuclear, que el gobierno socialista de Felipe González vendió como un triunfo, y lo era: que esa obra estuviera aquí finalmente. Fue en su día un manifiesto político de la Segunda República que luchaba por no ser derrotada desde dentro y por las fuerzas militares sublevadas. Creo que lo sigue siendo colgado allí y protegido en el Museo Reina Sofía. Al camarada Pablo Picasso se le ha convertido en un icono representativo de la imagen publicitaria-turística de la ciudad de Málaga, donde nació, aunque en Francia crean que es francés. El mosaico Guernica hoy, más allá del símbolo de la barbarie fascista bombardeando a una pequeña ciudad vasca en España, sigue siendo símbolo del horror de la guerra, cualquiera que ella sea. Su advertencia: que eso no volviera a ocurrir. Lamentablemente, ni el famosísimo Picasso ha podido lograrlo. Ahí queda su testimonio en blanco y negro para que no olvidemos lo que Guernica significa como un blanco civil, que son los que más cadáveres ponen en las calles cuando el demonio de la guerra se desata.

Trata de buscar similitudes o marcar evidentes diferencias entre Málaga y Caracas, en el plano urbano y en el plano cultural.

–Similitudes veo pocas. Las diferencias son evidentes. Una ciudad pequeña esa Málaga de mis amores con entre 600 mil y sobre el millón y medio de habitantes, permanentes o eventuales, según fiestas o estaciones. Caracas de mis anhelos grande, desbordada de su valle original con cuatro, cinco o más millones de personas apretujadas en sus automóviles en eternos atascos. Una, apacible al caminarla; otra, imposible al paso de un caminante. Una marina, otra tropical separada del mar Caribe por su inmensa montaña. Málaga con clima subtropical benigno; Caracas fresca al anochecer, caliente trópico utópico; esta verde selvática, Málaga con una densidad de parques y jardines más bien justita. Con un español andaluz cuyo acento hablado se acerca mucho al gracejo caraqueño, seguramente por eso yo trasladé pronto el mío de Málaga al de Caracas sin prisas y sin pausas a los doce años de edad en los primeros sesenta. En la visión cultural, a pesar de que Málaga ha crecido en ese terreno, la Caracas de los 70/80 fue un núcleo de actividad cultural de primer orden para toda Hispanoamérica. Málaga ha logrado consolidar el Festival de Cine Español (ahora llamado «en español» para incluir cada vez más películas de todo el universo hispano). Aún tiene pendiente un espacio/teatro para las artes musicales y el ballet, siempre proyectado, pero sin primera piedra. Y ya Málaga no es la famosa capital de las mil tabernas y una librería, pues éstas han crecido en sitios y calidad, sin dejar de lado las tabernas donde la cultura popular andaluza sigue viva. No sé si hoy en día Caracas sigue manteniendo el pulso vital y fuerte del movimiento cultural que tuvo en la cuarta república.

El Diario de Caracas
Carlos con sus compañeros de producción de «Síntesis», agenda cultural semanal de la Televisora Nacional Canal 6 (circa 1980).

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Autor: Filomena López | Artículos de Filomena López
Filo López es Licenciada en Ciencias Matemáticas con especialidad en Metodología didáctica por la Universidad Complutense de Madrid. Escritora y bloguera especializada en la Historia de las Matemáticas.

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