Cada 14 de julio, Francia celebra con gran solemnidad su Día Nacional, conocido como el Día de la Bastilla, en conmemoración del evento que marcó el inicio de la Revolución Francesa. Queremos enviar nuestros cordiales saludos y felicitaciones al pueblo francés en su Día Nacional.
Sin embargo, este año las celebraciones se han visto empañadas por sonoras e inusuales protestas dirigidas al presidente del país. En este artículo, buscamos arrojar luz sobre los eventos que han llevado a esta situación.
¿Qué está sucediendo en el «Día Nacional de Francia»?
Esta pregunta ha rondado nuestras mentes durante mucho tiempo, surgiendo cada vez que hay una manifestación, un altercado o una agitación social en Francia. ¿Qué hace que las calles ardan con tanta violencia? ¿Qué alimenta la propagación del descontento y motiva movilizaciones tan agresivas?. Francia es conocida por su cultura histórica de demandas colectivas, el espíritu de unidad y la lucha por ideales. Sin embargo, lo que hemos presenciado en los últimos días, al igual que en ocasiones anteriores, va más allá de este contexto cultural. Existe un problema sin resolver que se intensifica con cada protesta, un descontento social persistente.
Diversos grupos, sindicatos e incluso comunidades de inmigrantes expresan su insatisfacción ante la falta de sensibilidad por parte del gobierno. Factores como la migración urbana, los desafíos económicos y las áreas suburbanas marginadas (banlieues) con falta de integración contribuyen a esta creciente preocupación. La tendencia es sumamente preocupante, con áreas que parecen polvorines.
La respuesta del gobierno francés no aborda adecuadamente las realidades y los problemas sociales del país. Existen élites con poca sensibilidad hacia estos asuntos que afectan a toda la nación.
¿Cuántos episodios de violencia ha soportado el presidente Macron desde que asumió el cargo? Los incidentes más recientes, que comenzaron el 27 de junio de 2023, estuvieron motivados por problemas de desigualdad e inmigración. El año pasado, estallaron protestas debido a reformas de pensiones, y el año anterior el movimiento de los «chalecos amarillos» puso de relieve la migración interna desde zonas rurales, provocando enfrentamientos salvajes en las calles de París. Incidentes violentos han ocurrido también en la frontera franco-española que involucraron a camioneros.
El resultado siempre es el mismo: desórdenes públicos, barricadas, mobiliario urbano en llamas, enfrentamientos con la policía y cientos o miles de arrestos. Esto proyecta una imagen muy negativa de una de las naciones más desarrolladas del mundo y el principal destino turístico.
No hay una única razón que explique estas situaciones, sino una combinación de factores como desigualdad, racismo, pobreza y un uso no proporcional de la fuerza policial.
Afortunadamente, hasta ahora no han surgido motivaciones religiosas, excepto en actos esporádicos protagonizados por terroristas radicalizados, y ello, a pesar de la propagación de rumores contra el islam en las redes sociales.
El elemento distintivo entre la población francesa es que una parte significativa se siente excluida del estado de bienestar debido a políticas sociales insuficientes. La preocupación por la alta natalidad comparativa de grupos musulmanes también está presente. Pero especialmente, las causas coinciden con barrios abandonados por sus autoridades políticas locales, fracaso escolar, familias desestructuradas, desempleo y hostilidad hacia la única institución que patrulla esas calles, la policía. Todo ello, reunido, contribuye a esta compleja situación.
El caso de Aubervilliers:
Aubervilliers es un ejemplo representativo de los problemas que aquejan a Francia. Ubicado en el área metropolitana de París, en el departamento de Sena-Saint Denis, forma parte del Gran París. Está separado por el conocido tren de cercanías RER, que rodea las zonas acomodadas de la ciudad y actúa como una línea divisoria. En los edificios residenciales y los patios interiores, se encuentran letreros que informan a los residentes que la policía está autorizada a realizar redadas en cualquier momento. Los ciudadanos franceses blancos son una rareza en las calles de Aubervilliers, y si se les ve, se les aconseja tener precaución. El barrio es una mezcla de diferentes razas y condiciones sociales.
Aubervilliers ejemplifica lo que está sucediendo en Francia. A tan solo unas paradas de metro o a 10 minutos en taxi, se pueden encontrar dos países completamente diferentes que coexisten de espaldas entre sí, a pesar de su identidad francesa compartida.
La solución a este problema complejo es tan desafiante como el problema en sí mismo.
La muerte de Nahel:
Sin duda, la solución no radica en esperar a que se calme la ira por la muerte de Nahel, un joven de origen argelino que sufrió un disparo mortal de un policía el 27 de junio de 2023, después de evadir un control de seguridad. Los incidentes de evasión de controles policiales no son aislados en Francia, pero no se puede permitir que escalen hasta resultados mortales. Es fundamental comprender por qué ocurren estos incidentes, qué se ha hecho bien y qué errores se han cometido por todas las partes involucradas.
La muerte de Nahel ha reavivado las quejas de los barrios marginados en Francia, esas áreas periféricas que a menudo albergan a los sectores más pobres y desfavorecidos de la sociedad. «Las personas que residen en estas comunidades tienen el doble de posibilidades de ser inmigrantes en comparación con la media nacional, y tres veces más probabilidades de estar desempleadas», escribió Iona Lefebvre en un artículo para el Instituto Montaigne. «Estos barrios se convierten en escenarios de protestas violentas tras casos como el de Nahel, que ocurren con cierta frecuencia». En 2005, el suburbio parisino de Clichy-sous-Bois estalló en protestas después de las muertes por electrocución de dos jóvenes de 15 y 17 años que huían de la policía contra una central eléctrica.
Nicolas Sarkozy, quien en ese momento era Ministro del Interior y luego Presidente de Francia, se refirió a los manifestantes que iniciaron las protestas como «gentuza». Las banlieues volvieron a agitarse en 2017 cuando el joven Théodore Luhaka fue violentamente agredido por la policía en otro suburbio de París, Seine-Saint-Denis. En otras ocasiones, se producen incidentes durante las finales de la Copa de Fútbol celebradas en París, donde grupos violentos asaltan a los asistentes y les roban después del evento. Esta vez, ha ocurrido en Nanterre tras la muerte de Nahel.
Según el sociólogo francés Fabien Truong, profesor en la Universidad de París-VIII, muchos de los manifestantes tienen la misma edad que Nahel y reaccionan «de manera personal y violenta» porque la víctima podría haber sido cualquiera de ellos. «Todos los adolescentes de estos barrios tienen recuerdos de enfrentamientos negativos y violentos con la policía», dijo el académico. Concluyó diciendo: «En estos barrios, la pobreza y la inseguridad son realidades tangibles. Por eso, esta ira es política».
Conclusión:
Francia, junto con su gobierno, debe adaptarse a su realidad e implementar medidas adecuadas para evitar situaciones como las que hemos presenciado. Construir puentes entre personas, familias y grupos provenientes de diferentes situaciones sociales, culturas urbanas e incluso religiones debe hacerse con respeto y diálogo, evitando ideas preconcebidas y permitiendo que todas las partes expongan sus problemas. Un plan integral y multidimensional es clave para evitar conflictos sociales, culturales, étnicos o religiosos, no solo en Francia, sino también en España y otros países europeos. Los protocolos policiales adecuados también desempeñan un papel vital. Por el contrario, las ideologías preconcebidas no ayudan en estos casos.
Finalmente, es importante destacar que la prensa, los medios de comunicación y algunos partidos políticos no siempre contribuyen a informar de manera precisa sobre estos eventos, ya que los sesgos a favor o en contra de una de las partes enfrentadas, dificultan a menudo, tanto la interpretación objetiva como la implementación de soluciones realistas.
Fuentes:
Imagen publicada por 20 minutos