AUTOR: Manuel Olmedo Checa.
VICEPRESIDENTE ASOCIACIÓN BERNARDO DE GÁLVEZ.
En el año 1492 se produjeron dos acontecimientos extraordinariamente relevantes para la historia de la Humanidad y de los que España fue protagonista: el fin de la presencia musulmana en la península ibérica con la conquista de Granada y el descubrimiento por Colón de las Indias Occidentales, un continente hasta entonces desconocido que pronto comenzaría a llamarse América.
De este modo los Reyes Católicos protagonizaron el inicio de una nueva era en el mundo, que a lo largo de dos siglos dirigiría la dinastía de los Austrias, hasta que el destino quiso que se produjera un cambio trascendental en España y sus Indias cuando un rey francés logró acceder a la monarquía hispánica. Una pirueta del destino.
El cambio político fue extraordinariamente profundo, aunque muy pronto comenzaron las fricciones entre los dos tronos de la misma casa de Borbón. La riqueza de las Indias y el poder universal que de ella derivaba eran demasiado importantes para que el monarca Felipe V se plegara a las imposiciones y apetencias de París, que al principio no dudó en aliarse hasta con Inglaterra para intentar dirigir la trayectoria de España, como dos siglos antes tampoco había renunciado a aliarse con los turcos contra la Cristiandad europea.
Inglaterra, consecuentemente con la guerra de propaganda iniciada ya a fines del siglo XV como forma de ofender a nuestra nación, se aplicó con la “leyenda negra” a desprestigiar la evangelización y la labor civilizadora realizada por los españoles en América, además de mantener un casi permanente conflicto militar y naval. El desastre de Cartagena de Indias fue uno de sus más relevantes fracasos.
Pese al acertado gobierno de Carlos III la declaración de Independencia de Estados Unidos, con la consiguiente derrota inglesa, tuvo después una lógica y negativa consecuencia en los dominios españoles, como igualmente la tuvo la Revolución Francesa, que fue hija de un largo y despótico modo de gobernar.
Después al nefasto gobierno de Carlos IV y su valido se unieron las ansias independentistas de algunos criollos americanos, hasta que el proceso de descomposición comenzó a acelerarse con otros dos acontecimientos de enorme trascendencia: la artera invasión napoleónica y la catástrofe de Trafalgar. Esta última acabó con la flota española, sin la cual era muy difícil mantener la hegemonía en un imperio ultramarino. Y en 1808 Francia, que durante tres siglos disputó a España la hegemonía mundial, intentó dominar a los españoles de ambos hemisferios, alzados contra la traicionera invasión de los que se habían declarado nuestros amigos.
Tras estos decisivos acontecimientos los ingleses comenzaron a alentar e impulsar la rebelión de los dominios españoles, aún antes de que acabara la guerra de la Independencia, pese a que el Reino Unido era “aliado” de España contra los napoleónicos. De este modo Hispanoamérica terminó siendo arbitrariamente repartida entre los caudillos locales, todos ellos españoles o hijos de españoles, que con la decisiva ayuda británica lograron vencer a las escasa tropas peninsulares que intentaron sin éxito acabar con las guerras fraternales que ensangrentaron los dominios ultramarinos durante algo más de dos lustros, y que provocaron el descoyuntamiento humano, social y geográfico de las Indias.
Los pocos territorios que se mantuvieron unidos a la Corona terminaron su vinculación tras el desastre del 98, que se produjo en gran parte a causa del expansionismo norteamericano y a la corrupción moral de los políticos españoles en esa época -salvo el gran Cánovas del Castillo- mientras que en nuestros antiguos dominios el golpe de estado y el caudillismo fueron la norma, al tiempo que las potencias extranjeras hacían su agosto. Baste para demostrarlo el magnífico y reciente documental “Hispanoamérica”.
El catastrófico fracaso napoleónico que supuso Waterloo no disminuyó el ansia imperial francesa, y como forma de continuar combatiendo contra España -como ha quedado dicho el origen del conflicto comenzó a producirse antes de que terminara el siglo XV- dos franceses inventaron el término “latinoamérica” en el comedio del siglo XIX, con el objetivo de borrar de la Historia cualquier referencia a lo hispano.
Hay que reconocer que, lamentablemente, en ello han tenido fortuna, porque muchos españoles y muchos hispanoamericanos han secundado el invento, ya que el poder de los medios de comunicación resulta casi infinito cuando los recipiendarios carecen del deseable conocimiento de la Historia y además sus economías están sojuzgadas por poderosos agentes extraños. No obstante, vamos despertando. Todos estos hechos encuadran el origen y futuro de la Hispanidad.
Ese es el principal problema: la falta de Cultura, es decir la deliberada ocultación de la Historia. Y ello por más que, a fines del siglo XIX el gran Cánovas del Castillo intentó -sin éxito- vindicar la excelsa labor de España en el mundo con motivo del cuarto centenario del descubrimiento de América. Poco antes algunos historiadores norteamericanos habían iniciado el reconocimiento de la extraordinaria importancia de la civilización española en Estados Unidos. Y, ya en el siglo XX, algunos muy destacados analistas comenzaron a profundizar y a difundir el Hispanismo combatiendo la “leyenda negra”, tarea en la que Julián Juderías tuvo un papel relevante, aunque con escasa fortuna dado el corto número de quienes siguieron su estela, entre los que merece ser recordado Rafael Altamira.
Por cuanto ha quedado expuesto resulta de una crucial relevancia la inmensa labor realizada por la española María Elvira Roca Barea, que con sus dos grandes obras “Imperiofobia y leyenda negra” y “Fracasología” ha conmocionado el panorama científico en lo relativo a la recuperación del papel representado por España en el mundo desde el comienzo de la Edad Moderna. Por más que dicha conmoción no haya llegado al conocimiento de determinados sectores de la ortodoxia oficial académica.
Una egregia prueba de que es posible recuperar la verdad histórica es el caso de Bernardo de Gálvez, que tras estar durante 228 años totalmente olvidado volvió a renacer para la Historia cuando en el año 2014 su retrato quedó colgado en el Capitolio de Washington y días más tarde recibió el honroso título de Ciudadano Honorario de Estados Unidos. Ello se debió al estudio de la Historia y al entusiasmo de un pequeño número de españoles y de norteamericanos, cuyas modestas voces fueron oídas por los políticos de la mayor democracia de nuestro tiempo (ver la web Asociación Bernardo de Gálvez: www.yosolo.org).
Pero ante este éxito, habría que impulsar otras acciones de fondo, como que las autoridades, medios de comunicación, y en el cine, radio y televisión, se use la denominación de Hispanoamérica en lugar de “Latinoamérica”, es decir hispanos en lugar de “latinos”, no permitir incorrecciones como la de hablar de colonias españolas cuando en realidad fueron provincias -como las peninsulares- agrupadas en Virreinatos, y usar términos en lengua española en lugar de anglicismos. Los congresos y jornadas sobre la Hispanidad van en aumento en ambos lados del Atlántico, lo cual es un gran avance. El próximo 12 de octubre lo celebraremos en toda España.
Por todo ello, para los españoles y para los ciudadanos de cualquier nación de origen hispano, resulta imperiosamente necesario e ineludible continuar recuperando la verdad histórica sobre la Hispanidad, como ha quedado demostrado en el reciente Congreso celebrado en Cartagena de Indias, que ha de constituir un punto de inflexión de la definitiva recuperación de la Hispanidad. Ojalá que los populismos o la falta de Cultura no impidan que este necesario revisionismo termine calando en la sociedad hispanoamericana y se recupere la verdad que contiene la Historia.
ASOCIACIÓN BERNARDO DE GÁLVEZ. «Organización de naturaleza asociativa y sin ánimo de lucro, al amparo de lo dispuesto en el artículo 22 de la Constitución Española, la Ley Orgánica 1/2002, de 22 de marzo, reguladora del derecho de Asociación, el Decreto 152/2002, de 21 de mayo, por el que se aprueba el Reglamento de Organización y funcionamiento del Registro de Asociaciones de Andalucía y demás disposiciones vigentes dictadas en desarrollo y aplicación de aquella, así como las disposiciones normativas concordantes».
Fuentes: