Queridos amigos. Queridas amigas. Querides amigues. Querido pueblo de Villar del Río. Os debo una explicación. Y esa explicación que os debo… ¡os la tengo que pagar!
Como sabéis, durante todo agosto y parte de septiembre he desaparecido de las redes sociales. A los muchos que se interesaron por mi ausencia les respondí escuetamente que “estaba de vacaciones”, pero ésa no es toda la verdad. Estaba de vacaciones, sí: pero en La Mareta, con Pedro Sánchez, antiguamente apodado Pedro Iº el Bello y en el momento actual Pedro Iº el Estropeao.
El pasado 1 de agosto recibí una oferta del Emperador Pedro Iº que no pude rechazar: concretamente, una cabeza de caballo bajo las sábanas de mi cama. En la carta que acompañaba al équido se me ordenaba que subiese al Falcón (ya dispuesto en la plaza de mi pueblo), y que el piloto me llevaría a La Mareta.
Al aterrizar en Canarias salió a recibirme el mismísimo Galgo de Paiporta. Pude comprobar que Su Sanchidad, a pesar de su aspecto cadavérico, todavía no huele a muerto. Palabrita del Niño Jesús.
El palacio de La Mareta es impresionante. Para mayor intimidad, Su Majestad Imperial había dispuesto alrededor del palacio un área de exclusión terrestre, un área de exclusión marítima y un área de exclusión aérea. Según me dijo, estaba cansado de las continuas alabanzas de sus súbditos, y se merecía un descanso en el más absoluto aislamiento. Eso sí, me presentó a sus amigos más íntimos: el Fiscal Borrador del Estado, Zapatero, Almodóvar, Bolaños, Illa, Ábalos, Koldo y Cerdán. A Ábalos, por cierto, lo acompañaban doce de sus muchísimas sobrinas. Guapísimas todas, dicho sea de paso. Qué suerte tiene este tío con las sobrinas. A Cerdán, por su parte, le habían dado unos días de permiso en su residencia actual de Villa Candado. Óscar Puente, por desgracia, no pudo venir desde Madrid, pues su tren salía con retraso.
Cuatro enormes retratos con sendos ramos de flores presidían el salón principal del palacio: el del rey Mohamed de Marruecos, el de Junqueras, el de Otegi y el de Puigdemont. Otro retrato del rey de España, más pequeño y alejado, tenía nueve velas negras a sus pies.
Mientras España ardía por los cuatro costados, Pedro Iº el Enamorao me retuvo casi un mes en La Mareta con la evidente intención de reclutarme: sabedor de mis 70000 seguidores en Facebook, deseaba incorporarme a su E3 actualizaciones disponiblesquipo de Opinión Sincronizada. Me dio a elegir entre La Sexta, La SER o Radiotelevisión Espantosa, pero yo me negué en redondo. Entonces, para mi sorpresa, me prometió el oro y el moro (sobre todo el moro): un sueldo de medio millón de euros anuales por trabajar junto al Gran Wyoming. Le respondí que Wyoming no era de mi cuerda, y que puestos a elegir un Estado norteamericano prefería Güisconsin, en la provincia de Albacete.
Así las cosas, ante mi negativa cerril, el Salvador de Occidente no tuvo más remedio que probar con la tortura. Me pasaron a una habitación contigua donde la catedrática Begoña, alias la Pentaimputada, perpetró una charla de seis horas sobre “Transformación Social Competitiva y Ecorresiliencia Chachipiruli de la España Vaciada”. Horroroso, lector. Horroroso. Me sangraba la nariz y me dolían las orejas, pero pude resistir, aunque con secuelas neurológicas graves.
Visto mi empecinamiento, me ataron a un taburete y me hicieron oír (¡completa!) “La Danza de la Chirimoya”. Esta danza había sido compuesta por el Maestro Chirimoyo, alias David Azagra, hermano del presidente Sánchez, y ya se usa en todas las dictaduras para torturar disidentes. Pero ni por esas consiguieron doblegarme. Yo, como decía La Pasionaria, “antes partío que doblao”. Cagoentóloquesemenea.
Como penúltimo recurso para reclutarme, el Líder Espiritual de Europa ordenó la mayor barrabasada que se le puede hacer a una persona: a la fuerza me trasladaron a Madrid, al nuevo bar de Pablo Iglesias, a tomar unas tapas y una birra. Me negué rotundamente. No quisiera pillar una hepatitis.
Luego, en el colmo de la crueldad, siguiendo órdenes de Pedro Iº El Cadavérico, me llevaron en avión a Barcelona para conocer a Greta Thunberg y a Ada Colacau. Ya en Barcelona, cuando menos lo esperaba, los servicios secretos de Sánchez me embarcaron en la flota pijoprogre que, cruzando el Mediterráneo, se dirigiría a romper el cerco de Gaza para luchar contra Israel y salvar a los palestinos. Greta Thunberg y Ada Colacau eran las capitanas, las Cristobalinas Colonas de aquella temeraria y valerosa excursión que nada tenía que envidiar a las antiguas expediciones de los fenicios por el mar Mediterráneo. Los pañuelos y las banderas palestinas, compradas en un todo a cien, eran las enseñas de aquella Armada Invencible.
P´habernos matao, lector. P´habernos matao.
Y aquí estoy de nuevo, con todos vosotros, héroe de la resistencia, para la siguiente temporada. Si es que os gusta lo que escribo, claro.
Firmado:
Juan Manuel Jiménez Muñoz.
Navegante accidentado.
