Autor: Juan Manuel Jiménez Muñoz
Lo que voy a escribir a continuación es un tema delicado. Así pues, para encuadrar el asunto, vayan por delante tres opiniones personales:
- Me resulta indiferente el festival de Eurovisión, y me da igual quién gane o quién pierda. Es un evento musical politizado, donde el público vota según sus simpatías o antipatías hacia países concretos, no hacia canciones ni cantantes. Pero si aceptamos eso, no cabe duda de que Israel y Ucrania llevan tres años gozando de las máximas simpatías políticas de los televidentes europeos, mientras que España encabeza las antipatías. ¿No os da qué pensar?
- La actual guerra de Gaza la comenzó Hamás, ese grupo terrorista-islamista elegido democráticamente en 2006 por los gazatíes (¡con mayoría absoluta!) para que transformase Gaza en un infierno, ese grupo terrorista que envía cartitas de agradecimiento a nuestro Pedro Sánchez.
El 7 de octubre de 2023, sin declaración de guerra alguna, los terroristas de Hamás saltaron en parapente sobre Israel y cometieron un genocidio: en cuestión de horas, asesinaron a 1195 civiles israelíes, decapitaron a 36 niños, violaron a innumerables mujeres y secuestraron a 251 personas. Israel, con todo el derecho del mundo, respondió con una guerra.
3. Sin embargo, la exagerada respuesta de Israel, y me refiero a lo que ahora está sucediendo en Gaza, no tiene perdón de Dios: es otro genocidio en toda regla. Y si añadimos a la coctelera palestina la inmoral idea de Trump de expulsar a un millón de gazatíes para construir en Gaza apartamentos para millonarios, creo que el asunto habla por sí solo.
Dicho esto, tal vez mis lectores desconozcan que, en el festival de Eurovisión de anteayer, la cantante que representaba a Israel fue una de las víctimas del ataque de Hamás.
El 7 de octubre de 2023, la susodicha cantante se encontraba tomado unas copas con un grupo de amigos cuando los terroristas de Hamás entraron en su pueblo a sangre y fuego y se llevaron por delante a todo Cristo. Ella se escondió en un refugio junto a cientos de compatriotas, pero los terroristas hallaron el lugar, dispararon indiscriminadamente con sus metralletas y los mataron a todos excepto a la cantante y a otras nueve personas, que se habían fingido muertas. Sólo por eso, la delegación israelí que se presentó anteayer al festival de Eurovisión merecía un gran respeto. Sólo por eso. Amén de que el susodicho respeto también lo imponen las bases del concurso musical televisivo.
Pero no. El sanchismo tenía que dar la nota. La España de Sánchez tenía que ser el único país que aprovechase una retransmisión televisiva internacional de carácter lúdico para hacer propaganda propalestina y antiisraelí.
Pues a ver, sanchistas: id tomando nota de la respuesta ciudadana. Me refiero a la respuesta de las personas de a pie, de las que votan en Eurovisión sobre sus simpatías o antipatías hacia un país: máxima puntuación ciudadana para Israel y mínima para España desde todos los países participantes, incluida la propia España.
La bofetada al sanchismo ha sido de órdago, y se ha oído hasta en Jerusalén. Y ha ocurrido no porque la gente no empatice con el sufrimiento de los gazatíes, sino porque estamos hartos de que el Gobierno meta sus narices en todas las esferas de nuestra vida privada y lo pringue todo de sectarismo; porque estamos hartos de que el sanchismo nos diga a quién debemos odiar; qué chistes se pueden contar; a qué colegios deben ir nuestros hijos; cómo debemos desdoblar los géneros; cómo debemos instalar un váter en el campo para cagar; cómo debemos instalar aire acondicionado en las pocilgas para fomentar el bienestar de los gorrinos; qué comida vegana es más ecorresiliente; qué carne roja, indefectiblemente, nos va a matar de un infarto; y en qué condiciones legales podemos follar con un ligue mediante un acta notarial que dé fe del sí es sí. Cagoenmismuelas.
A un festival internacional de música como el de Eurovisión se viene a cantar, a bailar, a dar espectáculo, incluso a hacer el payaso, pero jamás, por mucha razón que se tenga, a endosar al telespectador la propaganda política gubernativa. Ya somos mayorcitos para tanto adoctrinamiento. La ideología debe quedarse en casa. De hecho, ninguno de los 26 países participantes, salvo la España sanchista, ha tenido la desafortunada ocurrencia de transformar en un mitin político lo que debiera haber sido, simple y llanamente, un ratito de risas y entretenimiento. Pero qué se puede esperar de un Gobierno que ha metido sus manazas en absolutamente todas las instituciones públicas, y que pudre cuanto toca. Qué se puede esperar de un Gobierno que introduce en nuestra Televisión pública toda la basura de Telecinco, por el culo te la hinco, con Sálvame de programa estrella. Qué se puede esperar de un Gobierno desconectado de la calle, con un presidente acorralado, con un presidente que inventa polémicas para tapar sus escándalos, con un presidente que ahora dice que va a ordenar una auditoría sobre los votos emitidos a favor de Israel en Eurovisión, pues Sánchez, seguramente, hubiese preferido que hubiese ganado Hamás. Y qué se puede esperar de un Gobierno que, mientras Valencia se inundaba por la DANA y los cadáveres flotaban, nombraba en el Congreso de los Diputados (por la vía de urgencia y al módico precio de 125.000 euros anuales por barba), a quince consejeros de Radiotelevisión Espantosa de estricta observancia sanchista, entre ellos a Rosa León y a Angélica Rubio.
Enhorabuena, Melody. Eres una artista como la copa de un pino, una gran profesional del espectáculo, y lo has hecho fenomenal en Eurovisión. Lo tuyo ha sido un castigo inmerecido, otra víctima colateral del sanchismo que nos pastorea. Porque tu único error, querida Melody, ha sido representar a un país con un presidente sátrapa: ese galgo de Paiporta que el ciudadano español y europeo aborrece con toda su alma.
Cagoentóloquesemenea y mitad del cuarto más.
Firmado:
Juan Manuel Jiménez Muñoz.
Médico y escritor malagueño.
