El lenguaje siempre ha cambiado de manera natural, fruto de un proceso lento y espontáneo en el que participa toda la Sociedad. Sin embargo, lo que ocurre hoy es muy distinto. Ya no hablamos de evolución lingüística, sino de un fenómeno deliberado que algunos han denominado “terrorismo semántico”: la manipulación intencionada de las palabras para alterar nuestra percepción de la realidad.
Definición de terrorismo semántico
Cambio rápido, artificial e impuesto del significado de los términos.
El procedimiento es claro: redefinir conceptos básicos y elementales para vaciarlos de su significado original.
Quien controla las palabras controla también lo posible, los marcos de referencia y, en última instancia, el poder. Cambiando significados se cambia lo que vemos y lo que estamos dispuestos a tolerar.
El ejemplo más claro es la palabra “mujer”.
Durante siglos significó “hembra adulta de la especie humana”.
Hoy, incluso en Leyes oficiales, se redefine como “quien se identifique como mujer”. Este giro rompe con las referencias colectivas más básicas: si cualquiera puede declararse mujer, se diluye la defensa de los derechos femeninos y se anula el propio concepto. Algo similar ocurre con términos como “niños” y “niñas”, sustituidos por “niñes”, o con expresiones como “personas gestantes”.
Las consecuencias son profundas. Se manipula la ley para decidir quién tiene derechos, acceso a subvenciones o cuotas. Se censuran opiniones contrarias, convertidas en delitos de odio. Incluso la historia se reinterpreta bajo categorías actuales: santos transformados en villanos, clásicos literarios reinterpretados como símbolos de agendas ideológicas.
Proceso del terrorismo semántico
Este proceso no es neutral de: Erosiona la verdad, destruye la memoria y debilita la convivencia, creando una “torre de Babel” en la que todo depende de la imposición de unos pocos. Frente a ello, la defensa del lenguaje natural y objetivo se convierte en una forma de resistencia ciudadana ante la manipulación política.