Si mañana hubiese Elecciones, la pregunta sería sencilla en apariencia, pero complicada en la práctica: ¿a quién dar tu voto? La papeleta, pequeña en tamaño, concentra expectativas enormes.
Los principales Partidos presentarían sus programas con la promesa de representar a la mayoría. Hablarían de futuro, de soluciones y de confianza, intentando convencer de que su proyecto es el más sólido. La ciudadanía, mientras tanto, valoraría qué peso darle a la economía, a la gestión de los servicios públicos, a la política exterior o a la visión social que cada propuesta transmite.
En ese escenario, cada voto se convierte en una forma de expresar prioridades: continuidad o cambio, pragmatismo o idealismo, estabilidad o innovación. No existe una respuesta única, y quizá por eso las elecciones son siempre un espejo de la sociedad en un momento concreto.
La pregunta, entonces, no es solo “a quién votarías”, sino qué esperas encontrar detrás de ese gesto. Porque elegir no es únicamente señalar a un partido, sino también trazar una dirección para los próximos años.
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