Mientras Katmandú se convierte en el escenario de una movilización juvenil sin precedentes, en España la juventud parece sumida en una calma inquietante. En Nepal, miles de jóvenes han salido a las calles tras la prohibición de 26 redes sociales, exigiendo reformas profundas frente a la corrupción y el nepotismo. En España, pese a escándalos similares, la respuesta ha sido más contenida, más silenciosa.
Nepal: cuando la juventud toma la palabra
El detonante fue digital, pero el malestar venía de lejos. El gobierno nepalí, liderado entonces por K.P. Sharma Oli, bloqueó el acceso a redes sociales como Instagram, WhatsApp y X, lo que fue interpretado como un intento de silenciar la crítica. La reacción fue inmediata: protestas masivas, enfrentamientos con las fuerzas del orden y la dimisión del primer ministro.
Según datos del, Gobierno interino de Nepal, surl.li/rogaid.
Al menos 72 personas fallecieron durante las protestas, la mayoría jóvenes. La nueva primera ministra, Sushila Karki, ha declarado “mártires” a los fallecidos y se ha comprometido a atender las demandas de la llamada “Generación Z”, que reclama transparencia, igualdad y buen gobierno.
La Embajada de Estados Unidos en Katmandú surl.li/jiegwq
Ha reconocido el papel de los jóvenes en la transición democrática, destacando su compromiso con una solución pacífica. Por su parte, medios como “Emol” /surl.li/hbqrzm.
Han documentado cómo plataformas como Discord y TikTok fueron clave para la organización de las protestas.
“Nos quitaron las redes, pero no pudieron quitarnos la voz”, dice Anisha Thapa, estudiante de sociología.
España: entre la crítica y la resiliencia
En contraste, la juventud española parece atrapada en una paradoja: informada pero inmóvil. A pesar de los casos de corrupción, la precariedad laboral y la falta de acceso a vivienda, las movilizaciones juveniles han sido esporádicas y fragmentadas.
“Claro que estoy indignado, pero ¿qué puedo hacer? Nadie me escucha”, comenta Marcos, repartidor con título universitario.
La crítica existe, pero se diluye en el flujo constante de contenido digital. Activismo en redes, hilos de denuncia, campañas efímeras… todo parece perder fuerza frente al algoritmo. Sin embargo, sería injusto hablar de pasividad sin reconocer el trabajo constante de la sociedad civil organizada.
Plataformas como: iniciativa2028.es, Plataforma por la España Constitucional, Movimiento Resistencia de Ferraz, MEGA y Sociedad Civil Catalana, han mantenido viva la exigencia de justicia social, derechos fundamentales y regeneración democrática. Desde manifestaciones multitudinarias en Madrid y Barcelona, la Sociedad Civil española sigue construyendo espacios de resistencia y propuesta.
Estas acciones demuestran que, aunque la juventud española no siempre se manifiesta en bloque, sí participa activamente en redes de incidencia y movilización.
Dos contextos, una misma generación
Ambas juventudes comparten herramientas digitales, desafíos estructurales y gobiernos cuestionados. Pero mientras en Nepal la indignación se convirtió en acción directa, en España predomina una forma más difusa de resistencia: menos explosiva, pero no menos legítima.
No se trata de comparar, sino de comprender. La movilización nepalí no es un modelo a imitar, pero sí un recordatorio de que la juventud puede ser agente de cambio. La apatía no es inevitable. Es una elección. Y como toda elección, puede revertirse.
Epílogo: ¿y si el despertar fuera global?
Nepal ha demostrado que incluso en contextos complejos, la organización juvenil puede abrir caminos hacia la transformación. Europa, y España en particular, enfrenta ahora una pregunta incómoda: ¿Qué nos ha robado la capacidad de indignarnos?
Tal vez no estemos perdidos. Tal vez solo estemos esperando el momento. Porque si algo ha quedado claro, es que el mundo cambia cuando la juventud decide no mirar hacia otro lado.
Fuentes