Pilar Almagro reflexiona sobre las diferencias en la integración entre la inmigración Hispanoamericana y la Musulmana en España, planteando sus implicaciones culturales, económicas y sociales.
Inmigración Hispanoamericana
Se argumenta que España, históricamente cohesionada por una identidad común basada en la lengua, la religión y valores como la libertad individual, la propiedad privada y la igualdad ante la ley, enfrenta ahora un cambio demográfico que desafía esos fundamentos. Buena parte de la inmigración Hispanoamericana —se afirma— comparte raíces culturales y se integra rápidamente en el mercado laboral y en la sociedad civil, actuando como puente con la comunidad iberoamericana y aportando productividad inmediata.
Inmigración Musulmana
En contraste, Almagro sostiene que una parte de la inmigración Musulmana llega de forma irregular y con valores que priorizan el colectivo sobre el individuo, la autoridad religiosa sobre el Estado y la desigualdad entre hombres y mujeres. Esto, advierte, genera tensiones con los principios constitucionales de libertad y separación entre religión y política.
Desde un punto de vista económico, Pilar Almagro alerta sobre el elevado gasto público (45 % del PIB) y el impacto que una inmigración no integrada tendría sobre los servicios básicos, la innovación y la cohesión social, en un país con alta tasa de hogares en privación material.
Finalmente, expresa preocupación por el riesgo del “comunitarismo islámico”, es decir, la aparición de barrios o espacios donde prevalezcan Normas religiosas sobre las Leyes civiles, con degradación del papel de la mujer y pérdida de Soberanía cultural.
El Gobierno ¿Qué hace?
Por último concluye preguntando por qué el Gobierno prioriza esta inmigración frente a la Hispanoamericana o frente al retorno de los tres millones de españoles emigrados, cuestionando si el crecimiento demográfico debe ser un objetivo en sí mismo y quién se beneficia de las políticas actuales.