Las traiciones de la actual coalición de Gobierno tienen consecuencias en las capacidades militares.
El Gobierno de Pedro Sánchez ha decidido anular el contrato para adquirir los designadores Litening V fabricados en Israel destinados a los Eurofighter españoles, por razones políticas derivadas del veto a Israel. Este sistema era clave para mejorar la precisión en misiones con munición guiada láser y GPS.
El balance de fuerzas entre España y Marruecos lo está destrozando este Presidente, enemistándose innecesariamente con Israel y con Estados Unidos.
Quizás acaben estos Países vendiéndonos algo de armamento para sobrevivir, pero sin duda ya no será al precio de aliado, sino de traidores.
Como mínimo nos cobraran el doble, y como el Sanchismo también nos ha dejado en la ruina, pues todo ello llevará a un desarme e indefensión forzados, que en nada ayuda a la disuasión, pero qué es lo que desean Sumar, los separatistas y, por supuesto, Pedro Sánchez.
¿Es esto lo que han votado los españoles?
Los nuevos Eurofighters españoles se quedan sin los designadores Litening V israelíes
Las Fuerzas Armadas Españolas continúan perdiendo capacidades por la campaña del gobierno de Pedro Sánchez contra el Estado de Israel.
- España pierde dos importantes sistemas de armas por el veto de Pedro Sánchez a Israel.
- Ética roja: comprarle armas a Israel, mal; comprárselas a los aliados de Hamás, bien
Eurofighter sin ojos: otra rendición vergonzosa de la política exterior Española
Mientras el Ministerio de Defensa presume de modernización y músculo aéreo, la realidad es que los nuevos Eurofighter españoles llegarán al campo de batalla ciegos. ¿La razón? España ha renunciado a integrar los designadores láser Litening V de origen israelí, considerados los más avanzados del mercado, por “motivos políticos”. ¿Motivos políticos? No. Motivos de sumisión ideológica, cobardía diplomática y una alarmante desconexión con la defensa nacional.
¿Qué significa esto?
Los designadores láser son los “ojos” del avión en misiones de ataque de precisión. Sin ellos, el Eurofighter pierde capacidad de identificar objetivos, coordinar ataques quirúrgicos y operar en entornos modernos. Es como comprar un Ferrari sin volante. Y todo por evitar una colaboración con Israel, País líder en tecnología militar, por presiones internas y externas que nada tienen que ver con los intereses de España.
¿Quién gana con esta decisión?
– Los enemigos de la interoperabilidad europea, que ven cómo España se autoexcluye de los estándares OTAN.
– Los lobbies ideológicos que imponen una política exterior basada en prejuicios y gestos simbólicos, no en eficacia ni seguridad.
– Los fabricantes alternativos, que ofrecen sistemas menos probados, menos integrados y más caros, pero políticamente “correctos”.
¿Y España?
Pierde. Pierde capacidad operativa, credibilidad internacional y dinero público. Pierde porque una vez más, la política exterior española se define por lo que no se puede hacer, por lo que no se debe decir, por lo que no se debe tocar. Y mientras tanto, nuestros pilotos vuelan con sistemas de segunda, nuestros aliados nos miran con recelo, y nuestros enemigos celebran nuestra ceguera estratégica.
¿Qué revela este caso?
– Que la política exterior española está secuestrada por complejos ideológicos, incapaz de distinguir entre cooperación técnica y alineamiento político.
– Que la defensa nacional se sacrifica en el altar de la corrección diplomática, incluso cuando eso pone en riesgo vidas y misiones.
– Que España no tiene una política exterior soberana, sino una política de reacción, de miedo, de cálculo electoral.
Basta de diplomacia servil
España necesita una política exterior que defienda sus intereses, no que los diluya. Que apueste por la excelencia tecnológica, no por el purismo ideológico. Que entienda que la defensa no es un gesto, es una responsabilidad. Y que deje de jugar a la geopolítica como si fuera una partida de ajedrez moralista.
Porque cada vez que renunciamos a lo mejor por miedo a lo que dirán, estamos renunciando a ser un país serio. Y los Eurofighter sin ojos son el símbolo perfecto de esa ceguera institucional.