PARTIDOS

PARTIDOS, PARTIDARIOS, PARTICIPANTES Y PERTINENTES. EL PARTIDO COMO DIOS

Los historiadores somos personas destruidas, porque la Ciencia de la Historia no es fáctica. Como cualquier otra posee teoría y método, solo que, convulsionados por las tormentas del tiempo y la obligación de ordenarlo, rechazando lo inmediato (el presentismo) y articulando los hechos concretos liberados-aunque orientados-por la teoría. Es decir, no hay tiempo para la felicidad de la certeza ni entusiasmo para ensalzar “los matices “que son originales y amables. En una palabra, la ciencia de la historia y el método, trata de meter en cintura los hechos y trabajar con las fuentes.

Así mismo al operar sobre conceptos abstractos, estas obligado a apartarte de otras disciplinas e, incluso, resaltar la indiferencia que te distancia. No es un elogio a la ignorancia sino la inversión en lo real. ¿Qué me importan conceptos como Democracia, Parlamento, Leyes o Derechos? Todos existen y pivotan sobre los sistemas planetarios (salvo la Nación del Islam). En Kenia, Francia u Honduras los regímenes reúnen todos los requisitos exigidos de la representación: división de poderes, representaciones parlamentarias. Son democracias “occidentales”.

Mucho más importantes son las referencias precisas a la organización de las sociedades en formación y el Estado después. En las monarquías hispanas hallamos el “origen “de parte de LAS CORTES DE LEÓN DE 1188ellos: Las Cortes de León de 1188, incluidas en las Siete Partidas de Alfonso X, o el Privilegio General de 1283 en las Cortes de Zaragoza, perfilando derechos consuetudinarios, libertades, juicios justos…La Formación del Estado Moderno de Los Reyes Católicos alumbró las Leyes de Indias, base del Derecho Internacional y obra magnifica. Nadie hablaba de “partidos”, más allá de partidas, o sectores armados de ejércitos medievales.

Las Luces, la profunda modificación del sentido de la propiedad, las nuevas clases sociales –en territorios de Europa-, generaron expresiones orgánicas de las respectivas clases y grupos. El Partido, la facción, con las élites representativas debieron, para asaltar la propiedad de la nobleza o la monarquía, dar nombre a los procesos revolucionarios que cambiarían (no demasiado) una sólida estructura del denominado Mundo Medieval.

El Constitucionalismo en España

Con la nostalgia del pasado, ahora que escribo, recuerdo la insigne pléyade de grandes maestros que conocimos y que en estos momentos reviso, o leo, algunos de sus trabajos: Sánchez Agesta, Tomas y Valiente y los queridos profesores D. José María Jover y D. Miguel Artola. De este último se nutre casi todo lo que se ha escrito del Liberalismo español.

Archivo:Portada de la constitución de cádiz-1812.jpg - Wikipedia, la  enciclopedia libreCuanto me gustaría debatir con ellos, con Artola y Jover, sobre “el mito “de la Constitución de 1812.Los gérmenes de ruptura con el Rey (es decir el Estado), las atribuciones de las Cortes, las expropiaciones, por “conocida utilidad común”, las bases “jurídicas” de las Desamortizaciones (La Revolución Francesa hecha al revés). Lo he repetido en varias ocasiones: las Cortes de Cádiz en su lucha contra El Rey (El Estado) debieron abolir la monarquía, implantar un sistema “republicano “o una rama distinta de los Borbones, como los Orleans en Francia. No se llegó tan lejos… Y desde aquí la discordia y la hostilidad permanente en España.

España se levantaba con constituciones: 1812, 1837, 1845, 1869, 1876, 1931.Y la de 1978-denominada cordialmente como “de Consenso”. Cada una de ellas se acompañaba de Amnistías, Indultos, Gracias. “Liberales “las dos primeras, “moderada “la de 1845, “imprecisa” la de 1869, en medio del enloquecido Sexenio, la Constitución de 1876, de cuya estabilidad y proyección, no deben olvidarse las secuelas generadas por el Caciquismo que dejo fuera del sistema a republicanos y grupos obreros, y la de 1931, sobre cuya realización siempre planeó la Ley de Defensa de la Republica, una especie de estado de excepción permanente y una revolución-varias- habitadas en su interior-.

La Historia del Constitución Española de 1978 - Edición en formato A5 (Revisión 2021) :  Constitución Española: Amazon.es: LibrosConstitucionalismo “progresista “deja fuera de esta relación cronológica: El Estatuto de Bayona-por ser francés-, El Estatuto Real porque no “emanaba de la soberanía nacional “y el Fuero de los Españoles, por ser Franquista.

Por ahora, La Constitución de 1978, consensuada entre los socialistas y los nacionalistas, y de cuya proyección vamos a analizar el papel de “los partidos”. La senil enfermedad del “constitucionalismo”: la Partitocracia.

La Partitocracia

Nos permitimos la licencia de “comenzar “en este momento (1979), la descripción del concepto “partido “por razones estrictamente históricas. Durante el siglo XIX, hasta el Régimen de Primo de Rivera, los partidos políticos de la derecha (entiéndase derecha todo lo que no era republicano-socialista) no llegaron más allá de comités de élites, líderes-en el sentido más preciso, individuos de solido nivel intelectual-que llegaban al poder por el turnismo, alianza entre los partidos y el rey para auto elegirse o modificar, en parte, las convulsiones nacionales. Salvo los socialistas y sus expresiones sindicales, hasta 1931, no hubo “partidos de masas”, elemento clave y definitorio del término que nos ocupa. A partir de la Segunda República los partidos se convirtieron en instrumentos de clase y revolucionarios (en todas las tendencias). Es por ello que la estabilidad del análisis-con sus elementos específicos-es imposible. Y en el centro de la “excepcionalidad” española, el mayor partido de masas, el motor total de la lucha social: un anti partido, la CNT, es decir el anarquismo histórico.

En época de paz, de equilibrio económico, pulsiones de concordia, una suerte de entusiasmo histórico, desde 1975, y las elecciones constitucionales, los partidos pueden ser objeto de análisis, comprobación y objeto de conocimiento, no solo de analistas, sino de las masas, informadas y conscientes. Cuando a partir de una especie de circuito de integración, la sociedad está impregnada de valoraciones o posicionamientos, el Historiador está autorizado a combinar los elementos y las pausas del tiempo.

En España, por mor del régimen de Franco, y la perfilación de los poderes nacionales y europeos, se acentuó más el problema y la estratificación de los partidos políticos que de la naturaleza misma de la Constitución. Ello constituía una garantía para el control de las desafecciones en tiempo de improvisaciones. El pueblo español les “otorgo “todos los poderes y reconocimientos. Se valoró, entonces, los perfiles del “olvido”. Partidos sin pasado o Historia en el antifranquismo: la UCD y el PSOE. Rechazándose a Carrillo y Fraga, repletos de Historia, de superiores conocimientos para el ejercicio del poder, pero saturados de “memoria”. Suarez y González surgieron de la nada hacia el infinito, en especial este último.

¿Cuánto tiempo gozaron los partidos del favor de la sociedad? La pregunta es incomoda, pero inevitable. Pasados unos 40 años las instituciones más desacreditadas e impopulares son los partidos políticos. Las más queridas las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil, aquellas que denostamos en “la transición”. Por eso la historia es grandiosa y un historiador vive agitado en la inevitable transformación.

Los partidos políticos, como el cine, la música, el arte, la poesía, y hasta el amor, son resultados y causa de la construcción cultural y mediática de la Nación (De lo que fue la Nación): Improductivos en general, empresas de colocación permanentes, mazas de golpeo, tiranías para sus militantes, milicias armadas para sus oponentes. El miembro del partido está obligado a no hacer nada. Si estudia es un peligro. Si es brillante un insulto. Si Dios le dotó de inteligencia será perseguido por las tropas de los poderosos aparatos. No hay sistema más irreal y deshonesto que el sistema de partidos. La sociedad tiene dos opciones: o entrar en el partido o morir en la orilla.

Todas las definiciones clásicas desde Duverger a los montajes de la IA son inútiles. Los partidos en España se mueven, se acomodan: el PSOE paso al PCE, el PP paso al PSOE, los nacionalistas viven bien con los dos y la posibilidad de una Republica Confederal, o, seamos sinceros, una vulgar vuelta a los reinos de Taifas o al medioevo, está abierta En Occidente, como resultado de los hechos y sus conflictos ,han aparecido los partidos Patrióticos, Vox y  otros. Vox seria fuerte como un Movimiento amplio, tiene la posibilidad de analizar los grandes asuntos de la contemporaneidad: la tiranía climática, la dictadura de género y la inmigración. Aún así genera la paradoja de oponerse al bipartidismo en nombre de un “tripartidismo”. Un partido sin estructuras regionales, de disciplina estricta. Queda en el vacío la preeminencia o no del “partido “y las mismas relaciones externas que repelen otras formaciones.

Los grandes asuntos y objeto de análisis, el universalismo económico, las dimensiones mediáticas, la nueva aparición de EEUU como fuerza disuasoria, el movimiento woke, y la desaparición de valores morales, suponen situaciones novedosas cuya trascendencia desconocemos. La prospectiva no es propia de historiadores. Es obligatorio responder a la pregunta ¿seguirán siendo “los partidos clásicos” los cauces para la representación política, servirán para comunicar a las sociedades con el Estado, o poseedores de la legitimidad de origen para dialogar con la sociedad civil? Difícilmente será así. La escenografía de miles de currículos falsos, inventados, de biografías impostadas y vulgares, impiden, desde la óptica moral, aceptarlos. Lejos del totalitarismo o la hostilidad a la participación de la sociedad en los asuntos públicos, el sentido histórico de las formaciones partidarias ha descendido sin retorno. Hay que buscar encajes y líneas de responsabilidad política por encima de los partidos, favoreciendo la sociedad civil, la primacía de las instituciones, fórmulas que impidan la brutal tiranía de personas cuyo oficio es esperar en la cola, sin empleo u oficio. Así conocí todavía los restos del comunismo en los Países del Este, un mundo de colas para poder vivir y ser alimentados por el Estado, cuyo sustento eran ellos mismos. Y no lo sabían.

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Autor: Antonio Nadal Sánchez | Artículos de Antonio Nadal Sánchez
Nacido en Granada, es Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Málaga. Historiador y escritor.

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