En Cataluña, todos lo sabemos, aunque muchos callan por miedo o resignación: el PSC no es más que la versión amable y calculada del separatismo, sus siglas ya no significan Partit dels Socialistes de Catalunya, sino Partidarios del Separatismo Catalán.
PSC (Partido Separatista Catalán)
El disfraz socialista solo lo utilizan cuando pisan suelo español fuera de Cataluña, donde intentan blanquear sus verdaderas intenciones con discursos vacíos sobre convivencia, progresismo y pluralidad.
Pero aquí, en el día a día del catalán corriente, sabemos que no son más que socios del independentismo, estrategas de la división, arquitectos silenciosos del “procés 2.0”. Su juego es más sutil que el de los radicales de ERC o Junts, pero infinitamente más peligroso: porque lo envuelven en papel de regalo, con promesas de moderación, mientras van desmontando poco a poco la nación común que compartimos.
Ahora Comunidad Valenciana y Baleares
Ahora van un paso más allá: se creen con derecho a exportar su veneno identitario más allá del Ebro, hacia tierras que comparten lengua y cultura con el resto de España. Han puesto la mirada en Valencia y Baleares, intentando imponer el pancatalanismo como si fuera una verdad histórica incuestionable, cuando en realidad es una construcción política artificial al servicio de su causa: diluir España en un conglomerado de territorios supuestamente oprimidos por una patria que, paradójicamente, les paga las infraestructuras, los servicios y hasta las campañas electorales.
Lo disfrazan de cultura compartida, de afinidad lingüística, de reconocimiento mutuo. Pero no es más que una maniobra de expansión, un intento de construir una Catalunya Gran a costa de manipular la historia, reescribir las identidades y colonizar espacios que nunca pidieron ser parte del delirio independentista.
Porque el pancatalanismo no une: divide. No celebra la riqueza de las lenguas y culturas españolas: las enfrenta. No construye: desmantela. Y lo peor de todo es que lo hacen desde la impunidad institucional, aprovechando recursos públicos, control de medios autonómicos y una inercia política que, fuera de Cataluña, muy pocos se atreven a denunciar con claridad.
Hoy, defender el español en Cataluña, Valencia o Baleares no es solo defender una lengua común: es levantar un muro frente al adoctrinamiento, es preservar la igualdad de oportunidades, es resistir al chantaje político que pretende imponer identidades únicas en territorios diversos.
El PSC ha vuelto a mover ficha. Otra jugada más en su tablero separatista. Ya no les basta con desfigurar Cataluña: ahora quieren contagiar su enfermedad política a nuestros hermanos del Levante y las Islas. Y las únicas personas que ayudan provienen de la Asociación Hablamos Español, entidad que, junto a su presidenta Gloria Lago, debería obtener los mayores reconocimientos como heroico grupo de la Sociedad Civil al servicio del interés general y las familias españolas que le piden apoyo cuando acorralan a sus hijos en colegios, o frente a injusticias y multas lingüísticas permitidas por este Gobierno.
Pero aún estamos a tiempo de despertar. A tiempo de decir basta. A tiempo de recordar que el español es la lengua de millones, el puente que une a Andalucía con Aragón, a Galicia con Murcia, a Cataluña con el resto de España. No podemos dejar que el silencio sea cómplice. Ni que la mentira se disfrace eternamente de moderación.
El Parlamento catalán tacha de «agresión política» que el español sea «lengua predominante» en Alicante
«El Parlamento de Cataluña ha aprobado este jueves una declaración institucional en la que declara como «agresión política» el hecho de que el Ayuntamiento de Alicante diera luz verde en el pleno celebrado este 26 de junio para declarar al municipio como de predominio castellano hablante, frente a su antigua acepción como municipio valenciano hablante»…
Fuentes: