En los últimos años, España ha sufrido una oleada de incendios forestales que han devastado miles de hectáreas, especialmente en regiones como Extremadura, Castilla y León, Galicia y Andalucía. Aunque la narrativa oficial suele atribuir estos sucesos al cambio climático, negligencias o pirómanos aislados, cabe preguntarse si pueden existir intereses comerciales mineros, o incluso geopolíticos más profundos detrás de estos desastres.
En cuanto al contexto de potenciales prospecciones mineras, resultaría una opción muy miserable que hoy no vamos a comentar.
En cuanto al contexto geopolítico, el papel del Reino de Marruecos merece una reflexión estratégica.
¿Por qué Marruecos podría tener interés en los incendios españoles?
1. Desestabilización territorial como herramienta de presión
España, con sus tensiones internas (Cataluña, País Vasco, crisis rural), es vulnerable a cualquier fenómeno que aumente la fragmentación social. Los incendios provocan desplazamientos, pérdida de recursos y desgaste institucional. En un escenario de rivalidad geopolítica, desestabilizar zonas clave podría beneficiar a actores externos que buscan debilitar la cohesión territorial española.
2. Incremento del poder negociador en materia migratoria.
Marruecos controla las rutas migratorias hacia Europa. Si España se ve desbordada por catástrofes naturales, dependerá aún más del reino alauita para contener los flujos migratorios. Esto podría traducirse en concesiones diplomáticas, económicas o territoriales, especialmente en temas sensibles como el Sáhara Occidental, Ceuta y Melilla.
3. Oportunidades económicas tras la destrucción
La pérdida de masa forestal abre la puerta a contratos de reforestación, reconstrucción y explotación agrícola. Empresas con vínculos marroquíes —directos o indirectos— podrían beneficiarse de estos procesos. Además, la caída de la producción local favorece la entrada de productos agrícolas marroquíes en el mercado español.
4. Distracción mediática y diplomática
En momentos de tensión entre ambos países, como los vividos tras la entrada masiva en Ceuta o los cambios de postura sobre el Sáhara, una oleada de incendios puede desviar la atención pública y política. Esto permite a Marruecos avanzar en sus intereses sin una presión mediática intensa.
¿Y si no es el Estado, sino actores vinculados?
En este siglo XXI, la guerra híbrida es una realidad. Sabotajes, incendios provocados, ciberataques y manipulación informativa son herramientas utilizadas por actores no estatales con vínculos empresariales, ideológicos o estratégicos. No es necesario que Marruecos actúe directamente: basta con que ciertos grupos o intereses afines operen en su beneficio.
Conclusión:
Este análisis no acusa ni afirma, pero sí plantea preguntas incómodas que deben ser exploradas. En un mundo donde los intereses geopolíticos se juegan en múltiples tableros —incluidos los bosques—, ignorar las posibles conexiones sería ingenuo. España necesita reforzar su inteligencia estratégica, su capacidad de prevención y su soberanía territorial ante cualquier amenaza, visible o encubierta.
Pero tenemos un grave problema. El Presidente Sánchez no despierta ninguna confianza en cuanto a la defensa de los intereses españoles, y por tanto cualquier hipótesis es posible.