Bruno Friedrich y Pierre Guidoni los edecanes del dúo sevillano, Los bárbaros

que consiguieron latinizarse… Se equivocaron los alemanes y la CIA, el comunismo estaba en el PSOE. Solo una ojeada a la guerra civil hubiesen despejado las dudas. El PCE era estabilidad, solidez y, al menos, un acto de reparación a su historia durante el franquismo. Trajeron a grupos irresponsables, dementes del poder, chulos de discoteca y le entregaron España. Desde la nada. Algunos, muy pocos, avisamos y he aquí con Sánchez: la violencia extrema y la guerra contra el mundo. Y lo genial es que hablamos de personajillos. Quiere decir que la sociedad española también lo es.
Alemania y el PSOE
Europa (otra indefinición histórica) había decidido la línea de actuación para España. Antes y después de la muerte de Franco. La configuración de las fuerzas políticas en la “Transición” española. Ejercieron de patronos de la operación los políticos alemanes. Deseaban que fuese una reproducción de las grandes corrientes ideológicas europeas y los partidos alemanes. Una CDU alemana “trasladada” a España con una DC española sobre la unión de las cinco grandes formaciones democristianas que ellos tenían reconocidos. Por otra parte, cabía, también, la posibilidad de un grupo liberal a semejanza del partido alemán, pero, muy limitado en la realidad política española.

Esa fue la hipótesis. La realidad resultó mucho más elemental. El señor de la transición política en España sería la socialdemocracia alemana que “dictó” las líneas de la política española después de Franco. Las intervenciones públicas de Bruno Friedrich, especialista en temas de España y amigo personal de Felipe Gonzáles, aparecen como las fuentes indispensables para entender lo evidente. En otros capítulos los personajes alemanes se multiplican. Y son invisibles. Pero ya son conocidas.
El objetivo indispensable de todos los partidos alemanes y la CIA, radicaban en un NO AL PCE.
Entre 1975-1976, Friedrich, creía que los comunistas en la ilegalidad crecían más y que el PC alemán nunca había superado el 2 % en las elecciones generales. No era incierto, pero la duda no estaba resuelta. Los partidos políticos que eran apoyados por los alemanes carecían de presencia real o eran formaciones apenas inexistentes.
En consecuencia los pasos a dar fueron cautelosos y antes de la muerte de Franco la RFA pretendía que nuestro país entrase en la comunidad europea, y que paralelamente las instituciones españolas fuesen democratizándose. No obstante el “socialdemócrata” Friedrich, que ha viajado con relativa frecuencia a España, puntualizó cuáles habrían de ser estos pasos mínimos: libertad de opinión y de prensa, reconocimiento efectivo de los partidos políticos y de los sindicatos obreros, vuelta de todos los exiliados y amnistía general, y respeto a los derechos fundamentales del hombre”.
Tales manifestaciones resultaron ser de consumo interno, puesto que SPD estaba dispuesto a la inmediata integración de España a través de la legalización del PSOE dejando para otro momento el debate sobre los comunistas y su presencia en la democracia española.

Bruno Friedrich reconoció desde 1975 el apoyo económico al PSOE. El argumento, falaz, lo resumió «No pocos socialistas españoles han estado procesados o encarcelados. Y hay que pagar a los abogados o mantener a familias que han sido privadas de su cabeza. Desde hace cien años, los socialistas no dejamos solas a estas familias: Cuando el PSOE sea legal en España, se podrá convertir en un partido independiente (económicamente)».Este sonido mentiroso, esta metáfora estúpida la decían con la misma impunidad con la que se relacionaban con Franco! Todo mentira.
El dinero era el otro corazón, un órgano cargado de política. Tampoco el presidente de CDU, Helmut Kohl, declaró “no puedo y no quiero contestar esta pregunta”. Las “inversiones “democráticas eran evidentes. Los alemanes no eran doctos. Le adornaban la certeza. Para él, lo importante es que en España existiese un partido de centro, a modo y forma de la democracia cristiana alemana.
Los Estados Unidos tenían muy claro el futuro español. El secretario de estado y gran ideólogo internacional Henry Kissinger, en una reunión con sus veintiocho embajadores en Europa, lo proclamó con claridad: Socialismo sí; comunismo no. La idea esencial en el marco del final de la guerra fría en Europa era la hostilidad proclamada a los comunistas y continuar apoyando a los socialistas. Las cartas se les remitía, especialmente, a Italia, Francia, España y Portugal
Friedrich, el amiguito alemán. Pizpireta e supuestamente tonto
Las posiciones políticas de Friedrich, no por claras y evidentes, resultaban, en la España del comienzo de la transición, insultantes, y ciertamente totalitarias. Todo el mundo reconocía la fortaleza de Alemania en el ámbito de la estrategia europea, y aún más en el carácter de “protector” de los socialistas europeos(Alemania ya era una nación en ascenso que había entregado su estrategia económica al gas soviético, de ellos dependían).
Los discursos del representante de SPD bajo la apariencia de construcciones teóricas y de la realidad histórica contenían un mensaje central indisimulado: no a los partidos comunistas.
Tiraba de la artillería de los conceptos y la grandeza del poder. Entonces todos éramos muy respetuosos con la Historia de Alemania. El socialdemócrata no entraba en el sentido histórico del SPD.
Concluía que de las negativas divisiones de SPD antes de la segunda guerra mundial, se infería que el socialismo europeo estuviera unido. En España, bajo la dirección del PSOE.
Para Friedrich en Europa sólo cuatro cinco corrientes poseían la fortaleza de ser grupos o factores de poder. En primer lugar, el socialismo democrático que según manifestaba, tenía 8 jefes de gobierno en Europa, a la espera de que Mario Soares llegara e ser primer ministro de Portugal. La social democracia debía entenderse como un movimiento internacionalista. El mensaje se trasladaba a los conservadores europeos para que entendiesen que la unidad política de las fuerzas conservadoras y sociales demócratas eran los motores sobre los cuales Europa central y Occidental deberían funcionar. Citaba después a los liberales y al fascismo de quien se desestimaba cualquier posibilidad de gobierno.
Después del fascismo, se presentía que fogonazo del mensaje iba a estallar. ¿Y la quinta fuerza? ¿Qué creía Friedrich acerca del comunismo?
Tras reconocer los sufrimientos y la fortaleza de los partidos comunista en la clandestinidad. Pero han de permitirme que tome aquí posición acerca del comunismo como modelo de sociedad posible para Europa Central y Occidental; y en esto tengo que señalar que cincuenta y nueve años después de la revolución de octubre, los partidos comunistas de Europa Central y Occidental no han conseguido, en elecciones libres, más que un promedio del 6 al 7 por 100 de electores, frente al 35 y 40 por 100 de los logrados por los partidos del socialismo democrático. Y hay que plantearse la cuestión de si principios como los de la dictadura del proletariado y el internacionalismo proletario, vinculado éste de algún modo a la pretensión de ser la representación única del movimiento obrero, o bien, el principio del centralismo democrático, no serán posiciones que repugnan al desarrollo cultural e histórico de Europa. Quien observe -y para ello no es necesaria una especial sagacidad- que en los últimos sesenta años la sociedad industrial europea ha experimentado continuas transformaciones, con el resultado de unas estructuras totalmente nuevas, por ejemplo con una amplia capa media de la inteligencia y de profesiones técnicas, o con nuevas profesiones en el campo de los servicios industrializados -por cierto: he leído cuán elevado es el porcentaje de la población española que trabaja en esos servicios-; quien observe todo esto, repito, habrá de admitir con asombro que hasta hoy no
Me ha producido una adaptación de la teoría marxista leninista a dicho desarrollo.
El prelado alemán advertía: La pretensión ideológico-monopolista de los comunistas al liderazgo de la clase trabajadora, es para nosotros la razón de rechazar la unidad. Esta lectura era cierta. La Guerra Fría y la destrucción de los Frentes Populares y la llegada de los comunistas al poder en Europa del Este, inclinaba a tomar muy en serio esta afirmación. No obstante el omnisciente desinformaba al ejemplarizar el proceso en la experiencia tenida después de 1945 en la República Federal. Los comunistas fueron ilegalizados. González-Guerra disfrutaba de afirmaciones tan rotundas como si ellos conociesen las experiencias europeas.
El SPD denostaba drásticamente que un partido de izquierda no será capaz de conquistar la mayoría por la victoria de un ala sobre la otra. Tal hacer saber, dicho texto de apariencia teórica era un dardo alarmado contra Berlinguer:
…es decir, que lo que Berlinguer denomina en Italia el compromiso histórico, eso mismo debería realizarlo un partido de izquierda en sus propias filas.
No leímos entonces con rigor el evangelio alemán. Tampoco era fácil. Porque en aquellas escrituras se advertía lo que estaba por venir.
El SPD no era un partido de clase, sino un partido de masas. No era ya un partido con una concepción global del mundo y de la existencia, sino una comunidad de personas que proceden de diversas orientaciones de pensamiento. El socialismo democrático está enraizado en la ética cristiana, en el humanismo y en la filosofía clásica. Lo que en 1946, lo que en la refundación, dijo el presidente del partido, Kurt Schumacher: es indiferente que uno se haga socialdemócrata a través del análisis económico marxista, o por motivos filosóficos o éticos, o por el espíritu cristiano del Sermón de la Montaña.
El revisionismo socialdemócrata no era nuevo. Había sido la base de la Segunda Internacional. Pero en España el documentado programa no había sido suficientemente investigado.
En el debate desarrollado en el departamento de Sociología Política de la Universidad Autónoma y al Instituto Alemán fue igualmente imitado Manuel Azcarate en nombre del Partido Comunista de España. La intervención de ambos así como del resto de los participantes constituye uno de los documentos más precisos y elaborados del debate político y la transición española sobre el papel del SPD y su relación con el PSOE y con el PCE. Azcarate frente a la dogmática y firme expresión del representante alemán, hubo de recurrir a la foto fija de la política española, que chocaba o difería con la visión de Friedrich sobre España y su futuro.
Para Azcarate (que luego también acabó a la sombra del PSOE) frente a las posibles interpretaciones de la realidad vistas desde el exterior, la realidad es que, en los últimos meses, se habían intensificado las detenciones y encarcelamientos políticos, más procesos antes el Tribunal del Orden Público e incluso, la dramática imagen de trabajadores muertos o heridos en las calles “La tolerancia para ciertas actividades políticas es una caricatura de la libertad”.
En consecuencia las experiencias reformistas desde el interior del régimen habían demuéstralo su inoperancia “El paso, por lo tanto, a la democracia exige la ruptura democrática, lo que significa el fin de las discriminaciones derivadas de la Guerra Civil, la amnistía para los presos ,y exiliados políticos, las plenas libertades políticas, el funcionamiento de todos los partidos políticos sin excepción, la libertad sindical, y, en ese marco, unas elecciones constituyentes para que el pueblo decida mediante sufragio universal sobre las grandes opciones ante las que la Historia sitúa a nuestro país.”
Así mismo y de una forma extraordinariamente ingenua proclamó que la existencia de Coordinación Democrática y el carácter unitario de la misma, demostrarían el momento de profundo sentimiento democrático en España. Bajo esa premisa explicó, para mayor tranquilidad del representante alemán, que la ruptura debería ser una ruptura pactada mediante un acuerdo. Esta ruptura se establecería sobre una oposición unida y sectores e instituciones que desean aceptar el restablecimiento de las libertades y “abrir un período constituyente con un gobierno provisional que represente el más amplio arco que fuerzas nacionales”.
De nuevo el PCE pronunciaba la frase maldita (“Gobierno provisional”). En sí mismo una idea inimaginable en la España de la transición. Tal planteamiento incomprensible, (que suponía la entrada del PCE en un Gobierno provisional) provocaba rechazo, miedo e incluso una hostilidad estratégica no solo entre los europeos, socialdemócratas o conservadores, sino también con los Estados Unidos.
Azcarate prosiguió, con un esquema marxista, sobre la etapa de transición, en torno a la vía democrática al socialismo. Como en una asamblea de facultad o ante los obreros de una empresa: la democratización del estado, las fuerzas armadas, las nacionalidades históricas de las que exigía gobiernos provisionales en Cataluña, Euskadi y Galicia…
La irrealidad de la doctrina, debieron sonar como un trueno en los oídos de las representación alemana y del resto de los partidos e intelectuales presentes en el acto. Preconizó una república federal frente “al Estado opresor” así como una serie de medidas en la que el sector público de la economía sería el eje sustentador del sistema, con limitados apoyos de la iniciativa privada.
Rebatir en nombre de la socialdemocracia europea tales planteamientos no era materia de expertos. El PCE se dejó su trayectoria antifranquista con estas triviales inmolaciones. El oráculo alemán aprovechó el agua lustral para mezclarla con los programas marxistas leninistas y advertir de la difícil operación de los partidos comunistas europeos para distanciarse del marxismo-leninismo. Destacó, irónicamente, que le resultaba “interesante” apreciar que el PCE estaba “en medio de tal proceso”, cerrando cualquier posibilidad de acuerdo. Es decir, el Partido Comunista en España debería definir sus peculiaridades o lo que específicamente les diferenciaba de los socialdemócratas.
Se reproducía, con buen nivel teórico, el antiguo debate entre los partidos comunistas y socialistas. El PCE había marcado su lejanía con la programa de la Internacional Comunista de los años 1919-1922. Se podían recordar muchos reproches alusiones y debates en la historia del marxismo internacional. Era cierto. No alcanzó meta más cercana a a la expiación comprometiéndose a ser llegar al doctor Friedrich los textos renovados de los partidos comunistas europeas
El debate de importante calado teórico, fue continuado por Wolfgang Hirsch-Weber (Corresponsal del «Frankfurter Allgemeine Zeitung), que había actuado como traductor de Friedrich que pontificó la penitencia:
Y ahora -y ésta es la cosa de fondo a que yo contribuyo, pues no es de Friedrich, no estoy traduciendo en esta ocasión-, permítanme hacer referencia al simple hecho de que nosotros vivimos en el centro de Europa y vemos día a día muy cerca de nuestras fronteras y dentro de nuestro propio país, un régimen comunista que no ha cambiado en su programa e ideología desde el año 1919 o antes; y que nosotros -yo no, pero Friedrich sí hacemos viajes a otros países vecinos como Checoslovaquia, donde apreciamos que nada de lo que usted dijo, pero nada, nada, nada, nada, se ha llevado a la práctica. Por eso, excuse nuestra sorpresa, cuando aquí, en un país que conocemos mucho menos que los de nuestros vecinos más próximos, oímos unas palabras tan alentadoras, que nosotros, a quienes se nos ha tildado de revisionistas desde los tiempos de Lenin, con regocijo y con amor sólo podemos elogiar calificándolas de revisionistas.
Gracias.
Amén. El subdiácono falló.
Pierre Guidoni
Parecía una sombra. Siempre detrás de González. Mediocre. Era el pretor de Mitterrand cerca del PSOE. De fidelidad desmedida, había escrito un libro, de conversaciones con el sevillano Gonzáles.
Guidoni creía que la ruptura negociada era posible. Hablaba en realidad en nombre de González, mientras en el Comité Nacional, se tensaba la cuerda con el regímenes otro encargo que tenía era tantear al resto de partidos socialistas:
Los socialistas franceses nos hemos definido claramente: el eje de cristalización de esta unidad debe ser el PSOE, Pero tanto el PSOE como los socialistas de otros grupos deben buscar esta unidad
Así era la unidad de la internacional socialista.
Y como entonces se hacía militancia y se leían los periódicos en Madrid, y comprabas alguna revista, y te decían está manipulada contra el partido, se pasaban cosas trascendentales.
El verdadero problema es la adaptación del socialismo a la realidad federal del estado español. El PSOE la acepta, y entre el PSOE y los partidos o grupos de los pueblos y nacionalidades de España no hay grandes diferencias de estrategia ni de táctica, tan sólo de concepción sindical o de alianza con los comunistas.
Tenía que jugar varias cartas, sirviendo a su señor. Y salvando la Unión de Izquierdas con el PCF.
Para Guidoni los comunistas, dentro. No se trata en España, diferente políticamente de Francia, de una unión de la izquierda, sino de lo que puede llamarse un frente amplio de todas las fuerzas que quieren impulsar la democratización profunda de la sociedad, que conlleva posteriormente la unidad hacia el socialismo.»
Y reconocía que los comunistas españoles también habían adoptado esa estrategia (que remedio). Y se revolvía en el campo de amapolas para que estas no fuesen rojas, sino rosadas…. avisando a la derecha española sobre la clandestinidad del PCE:
Pero hay un punto en que la realidad francesa tiene mucho que indicar a la española. En Francia, el Partido Comunista fue marginado durante veinticinco años, en la IV República y por el gaullismo. Esta marginación le dio el peso de gran partido de oposición y empequeñeció a los socialistas, prisioneros del juego político de la derecha. Desde que los socialistas franceses hemos participado en pleno acuerdo con el Partido Comunista francés en la vida política, se han producido dos grandes cambios: la unión de la izquierda como alternativa real de poder y el que el Partido Comunista haya dejado de ser «el Partido» para convertirse en un partido más de la izquierda. Desde nuestro punto de vista de socialistas franceses, y aquí también en pleno acuerdo con el PSOE, la consecuencia es clarísima, políticamente, hoy, en España, el error más grave que puede cometerse es dejar al Partido Comunista marginado o en la ilegalidad.
¿A que era listo Guidoni?
La CIA en España y el dúo sevillano, los amigos
Pasada la transición en España y conocidos los movimientos políticos que se produjeron en ella de forma conocida, intuida, desconocida y, en muchos casos, inducida, han ido apareciendo lo que las sospechas de unos, las acusaciones de otros y, en general, el sorprendente y rápido crecimiento del PSOE, formaban parte de toda una estrategia que afectaba a la geopolítica europea y, especialmente, a España.
La tendencia a considerar al franquismo como un periodo monolítico y a sus instituciones e instrumentos de poder inanes en el período último del régimen, impidió en su momento, apreciar la realidad a los que en ella vivíamos y, por otra parte, interpretar de manera equivocada el papel de un sector de las fuerzas reformistas, que habitaban en el interior del Estado y del régimen de Franco.
Ciertamente, imaginar que el general Francisco Franco tenía en su cabeza un proyecto de negociación con la oposición democrática o incluso “permitir” con su consentimiento, tales planteamientos resultaría a todas luces absurdo.
No obstante, a partir de los años sesenta, y, especialmente, de 1968, el propio Franco sabe, si bien en una etapa de debilitamiento personal y de salud quebrada, no solo la existencia de movimientos de “aproximación” a la oposición moderada si no se dónde procede.
Escribe Franco Salgado Araujo:
Todos estos trajines no le pasan desapercibidos al propio Franco.
Hablamos después de las actividades de la CIA en el mundo occidental y, en especial, en relación con España. La prensa internacional, dijo al Caudillo, comenta las actividades de ese organismo. Su obsesión es conseguir que nuestro Estado tolere primero y legalice después la acción de dos partidos, uno de carácter socialista y otro democrático, que deberán tener su expresión en dualidad similar en el campo universitario y sindical. Para conseguirlo no vacilarán en financiar sistemáticamente a grupos de activistas (que han creado la ASO y la FUDE). Por ahora no se proponen como objetivo derribar el Estado, sino importunarlo, preocuparlo, no dejarlo en paz para que se arranque al Partido el compromiso de una coexistencia entre lo legal y lo ilegal, con aspiraciones de suceder al Régimen una vez desaparezcan. Estas objeciones, según la información que doy al Caudillo, las expone la CIA con toda tranquilidad, a la luz del día, financiando las huelgas de Asturias o los tumultos de Madrid y Barcelona. La CIA cree que con esas actividades cumple el deber de prever el futuro, pues, de lo contrario, al régimen débil sucedería el caos y a éste, el comunismo.
Alfredo Grimaldos, cree que fue la CIA la que tuteló este proceso:
Yo digo que la Transición española se diseña en la sede central de la CIA. Los americanos tutelan todo el proceso. Toman contacto con todos los sectores: con los servicios de información, con los altos mandos del Ejército e incluso, y esto está acreditado, con Carrillo. Y después de hablar con él se tranquilizan, les dice que está por el cambio pacífico, que no va a pasar nada grave. (…)
Antes había presencia de la CIA, pero todo esto comienza en los años ‘70. Cuando Nixon se ve con Franco, se encuentra a una persona muy deteriorada, que incluso se queda dormido mientras le hablan. Entonces Nixon se preocupa: “¿Qué va a pasar cuando éste muera?”, se pregunta. Hay que tener en cuenta que en ese momento, en medio de la Guerra Fría, España es una plaza estratégica muy importante y Franco es un aliado contra el comunismo. Por eso los americanos ven necesario tutelar el proceso. Y más aún tras la Revolución de los Claveles en Portugal.
En su Libro ha publicado textos definitivos. Hace muchos años ya destaqué que una de las fuentes esenciales para el conocimiento de la Transición española, del papel de los partidos, era El Departamento de Estado. Había hablado y visto los inmensos legajos que los profesores colombianos utilizaban para el estudio de Colombia. Las administraciones norteamericanas acumulaban materiales impresionantes. Este trabajo heurístico sigue sin hacerse. Y ciertamente, en España, las coincidencias de la CIA con la “política exterior” alemana eran sólidas.
Reveladoras y extraordinariamente precisas resultan las revelaciones del ex agente de la CIA Philip Agee en la revista Zona Cero, en marzo de 1987.
El «Programa Democracia», elaborado por la Agencia, se cuida con especial atención a las fundaciones de los partidos políticos alemanes, principalmente a la Friedrich Ebert Stiftung, del Partido Socialdemócrata, y la Konrad Adenauer Stiftung, de los democristianos. Estas fundaciones habían sido establecidas por los partidos alemanes en los años cincuenta y se utilizaron para canalizar el dinero de la CIA hacia esas organizaciones, como parte de las operaciones de «construcción de la democracia», tras la Segunda Guerra Mundial. Después, en los sesenta, las fundaciones alemanas empezaron a apoyar a los partidos hermanos y a otras organizaciones en el exterior y crearon nuevos canales para el dinero de la CIA. Hacia 1980, las fundaciones alemanas tienen programas en funcionamiento en unos sesenta países y están gastando cerca de 150 millones de dólares. Operan en un secreto casi total».
«Las operaciones de la Friedrich Ebert Stiftung (Fundación), del SPD, fascinan a los norteamericanos, especialmente sus programas de formación y las subvenciones que hicieron llegar a los socialdemócratas de Grecia, España y Portugal, poco antes de que cayeran las dictaduras en esos países e inmediatamente después», continúa Agee. «En Portugal, por ejemplo, cuando el régimen de Salazar, que había durado cincuenta años, fue derrocado en 1974, el Partido Socialista completo apenas habría bastado para una partida de poker y se localizaba en París, sin seguidores en Portugal. Pero con más de 10 millones de dólares de la Ebert Stiftung, y algunas otras remesas de la CIA, el Partido Socialista Portugués creció rápidamente y en poco tiempo se convirtió en el partido gobernante.»
Las fundaciones políticas germanas occidentales proporcionan el modelo que el «Programa Democracia» acaba adoptando para resolver uno de los principales dilemas de la política exterior norteamericana: cómo «ayudar» a los partidos e instituciones «democráticas y pluralistas» en países gobernados por dictadores que son aliados y clientes de Estados Unidos. «Resultaba a menudo muy obvio que la única oposición real a las dictaduras la representaban los comunistas y otros revolucionarios, las únicas fuerzas políticas organizadas, capaces y dispuestas a tomar el poder en un eventual colapso de las dictaduras», señala Agee. «La experiencia de la intervención germanooccidental en Portugal y en otros países resultaba llamativa para los norteamericanos e intentaron repetirla, estableciendo un sistema de instituciones privadas de apoyo a los «amigos en el exterior». El apoyo de Estados Unidos a las dictaduras podría continuar mientras los «amigos» se preparaban para la «transición del autoritarismo a la democracia». Así, los norteamericanos podrían buscar de antemano el control de todas las fuerzas políticas y neutralizar todo lo que se sitúa a la izquierda de los socialdemócratas.»
En la lógica de la Guerra Fría, Europa Occidental había mantenido una estructura sólida a través de la OTAN pese a la presencia de los partidos comunistas cerca del poder. Sin embargo, la revolución de los claveles en Portugal, la delicada y parece que definitiva desaparición de Franco gravemente enfermo incitan a los Estados Unidos que tienen importantes intereses en España a una intervención más intensa en España debido al error y al desconocimiento de los servicios secretos norteamericanos de los acontecimientos en Portugal que habían puesto en peligro el papel de la OTAN en consecuencia en dificultades a las bases norteamericanas en Portugal y España. La Península Ibérica comenzó a ser un problema para las potencias occidentales y pusieron en marcha un gran proyecto para que a través de Alemania se produzca una transición (controlada). Paralelamente, el Servicio Central de Presidencia de Gobierno (SECED) desde 1968 había puesto en marcha diferentes propuestas similares al resto de los servicios de información o inteligencia europeos. Creados por el almirante Carrero Blanco desde las iniciativas del general Muñoz Grandes el “servicio” puso en marcha una operación de gran envergadura: dialogar con el PSOE para conocer su punto de vista sobre España tras la muerte de Franco. Siendo conscientes de que se estaban produciendo movimientos paralelos desde Alemania y desde los Estados Unidos con la intención de potenciar a un inexistente Partido Socialista frente al, sin duda, poderoso e importante en la clandestinidad PCE. Los movimientos convergentes parecen, sin embargo, en muchos casos autónomos y, desde luego, los oficiales del SECED trabajan al margen de la Brigada Político-Social y de otras instituciones de información o inteligencia españolas.
El Congreso de Suresnes
Si bien la atención de los diversos organismos de inteligencia internacionales sobre España y sobre el papel del PSOE proceden de los años 1962 – 1963, seria con motive de la celebración en octubre de 1974 en la ciudad de Suresnes del XIII Congreso del PSOE cuando se aceleran los movimientos destinados a potenciar el Partido Socialista de los jóvenes sevillanos, Felipe González y Alfonso Guerra que han pasado, y ahora sabemos de qué manera, a controlar el partido.
González y otros miembros de la nueva dirección del partido han conseguido llegar a Francia gracias al apoyo prestado por el propio Servicio Central de Presidencia del Gobierno. Los oficiales del organismo de inteligencia creado por el almirante Carrero Blanco son los encargados de proporcionarles los pasaportes.
«En un restaurante de la calle madrileña de Santa Engracia, [2] hablamos con González, en presencia de Enrique Múgica, para garantizarle su viaje a Suresnes», señala el entonces capitán del SECED Manuel Fernández Monzón. [3]
El resultado de estos movimientos estratégicos culminará en la celebración en Francia del Congreso de Suresnes, en el que los oficiales del SECED serían los encargados de proporcionarles los pasaportes.
«En un restaurante de la calle madrileña de Santa Engracia, [2] hablamos con González, en presencia de Enrique Múgica, para garantizarle su viaje a Suresnes», señala el entonces capitán del SECED Manuel Fernández Monzón.[3] «Otros compañeros se entrevistaron con Nicolás Redondo, y él entendió enseguida que debía ceder el puesto a un secretario general más joven y con otras características. Cuando Felipe González volvió de Francia, después de haber sido elegido, un comisario de Sevilla le detuvo, creyendo que había dado un pelotazo. Se llevó una bronca tremenda y tuvo que soltarle enseguida, claro.»
Según Grimaldos, antes de la celebración del Congreso, financiado con fondos del ESPD, el comandante del SECED, Miguel Paredes, y el inspector Emi Mateos de la Jefatura Superior de Policía de Bilbao, habrían empezado a trabajar en la que han denominado Operación Primavera. Siendo de forma especial Nicolás Redondo y Enrique Múgica los primeros, debido a su representatividad, con quienes se entrevista.
«En el SECED nos propusimos empezar a reunimos con ellos —recuerda el entonces comandante Paredes—, para ver hasta dónde llegaba su izquierdismo, su ímpetu revolucionario, su afán izquierdista… y tratar de acercarlos hacia posiciones más templadas, menos radicales, más en la línea de la moderación pragmática que les recomendaba Willy Brandt.»[5]
Resulta especialmente significativo uno de los informes del comandante Paredes en el que retrata con una gran precisión la relación de personajes a quienes iban conociendo del PSOE.
«Después de cada encuentro redactábamos un informe para el Servicio», continúa Paredes su relato.
«Nuestra impresión entonces era que el líder ideológico, el que pensaba más largo, más rápido y con más calado era Pablo Castellano. El mayor peso moral lo tenía Nicolás Redondo. Felipe González nos pareció un conversador ágil, brillante, con»charme»… Pero, de pronto, sacó un largo Cohiba, lo encendió con parsimonia y se lo fumó como un sibarita. A mí ese pequeño detalle me chocó, me extrañó. Era un trazo burgués que no encajaba con sus calzones vaqueros, ni con su camisa barata de cuadros, ni con su izquierdismo… En mi informe oficial no mencioné esa bobada del habano ni lo que me sugirió. Pero en mi agenda privada de notas sí que escribí: «Felipe González, el sevillano, parece apasionado pero es frío. Hay en él algo falso, engañador. No me ha parecido un hombre de ideales, sino de ambiciones».»
Para Grimaldos, tanto en Portugal como en España, no existían los partidos socialistas, hasta el punto que hubo que inventarlos. En tal sentido, Mario Soares, secretario general del Partido Socialista Portugués, habría estado en contacto con la CIA y vuelto a Lisboa con el apoyo alemán y de los Estados Unidos.
Recuerdo en la misma línea que señala Grimaldos como “se puso de moda” las visitas y reuniones con diplomáticos extranjeros.
Las embajadas en Madrid empezaron a recibir entonces instrucciones de que se pusieran en contacto con nosotros. Acompañé a González (Francisco Bustelo) a visitar a algunos embajadores, entre ellos el estadounidense, y tuve que entrevistarme con otros funcionarios norteamericanos de menor categoría. A los norteamericanos les causé buena impresión. Durante los años siguientes me solía llamar el consejero político de esa embajada, persona muy enterada de lo que sucedía en España, para que comiésemos juntos.
Es cierto. Había dos realidades, como decía el Comandante Sanjuán.