Sobre la responsabilidad de los periodistas o el asunto Goldhagen. ¿No lo sabían?, al Heródoto Local: Mellado Morales (no confundir, este será otro capítulo con “Juande” Mellado, nombrado por el PP director de Canal Sú. (De todos y todas los andaluces/as), es hijo suyo.
Se lo dijo Craxi: La Justicia y la Prensa. Craxi huyó de Italia antes de entrar en la cárcel. Estos aprendieron bien.
Realmente descubrir en 1976 las fauces del crimen cada vez es menos relevante. Pero estaba todo planificado . En apenas 50 años el PSOE controla con hierro fundido y bates de béisbol toda la comunicación en España. Y no han llegado al final: aspiran, según el modelo soviético, a una única y oficial información. Es un hecho de naturaleza histórica (en Historia nada es “sorprendente”, ni “increíble”) que el PSOE ha ocupado, por sustitución ideológica y ferocidad política, los espacios que correspondían al PCE. Proceso, ni parecido ni similar, que se puede analizar cuando Largo Caballero convirtióse en el Lenin Español . La prensa que se derrumbaba en 1975, hasta no quedar un solo periódico nacido en el régimen anterior, fue la encargada, como diría Hobsbawm de: “La Invención de la Historia”.
Resistieron algunos periodistas, antes de 1982. Fueron fallecidos después y, apenas, algunos se mantienen. Pero estas entregas están para apearse al perfume delicado de la excreta local. Tenemos que mencionar, en el Frontispicio del Heroísmo y la Solidez intelectual, al Heródoto “local “Socialista y de Género: Juan de Dios Mellado. Notorio escribidor e inventor de cosas. Ha sido, él y su familia, bien reconocidos.
La asombrosa y rápida ascensión del dúo González-Guerra y en parte del PSOE no es comprensible sin la entrega, sin condiciones establecidas, sin la ciega elevación de un producto político, que como todos, además de tener carácter de caducidad, fue rápidamente conocido. El experimentado ascenso se debía al patronazgo internacional y a la recreación de un partido que sustentara al estado tras la desaparición de Franco.
Quizás sea el libro publicado en 1989 por José Luís Gutiérrez y Amando de Miguel: La ambición del César. Un retrato político y humano de Felipe González, el epítome de la decencia o la indigencia intelectual vendida o comprada. Puede ser cualquier cosa. Aparece casi 15 años después de la “instauración” del dúo sevillano. Desde 1974, en el mismo Suresnes, habían emitido con avisos de hierro¨ lo que se avecinaba. Ya habían evidenciado señales inequívocas y sucedido movimientos internos en el partido que quitaban cualquier originalidad a los descubrimientos tan tardíamente escritos y reconocidos, producto, sencillamente, de un los privilegios del silencio y de un inconfesable seguimiento del inmenso poder que se abría con el socialismo en España. Uno y otro (Gutiérrez y Amando de Miguel) fueron después miembros del Sindicato de El Crimen. Perseguidos por el PSOE. ¿Creían acaso que las bandas mafiosas perdonan? Nuestro pasado nos aterra.
Las elecciones de 1977, 1979, 1982, la actitud hacia los primitivos dirigentes madrileños como Pablo Castellano, Luís Gómez Llorente o Francisco Bustelo, las depuraciones en provincias, mostraban sin pudor, el peligroso recorrido hacia al carácter sectario, antidemocrático e implacable de los dirigentes del nuevo partido socialista.
No es aceptable que los autores, de este libro, por otra parte pionero y valiente contra el poder político casi en su totalidad de España escriba:
“El fantástico recorrido del PSOE desde la honrada clandestinidad y la pugnaz oposición hasta la arrogancia en el ejercicio del poder no ha merecido todavía un análisis suficientemente detallado y detenido”
No. No es admisible siendo estos y otros periodistas perfectamente lúcidos y además informados y transmisores de la recreación que ahora condenan. Más grave aunque no denunciasen como se incrustaba el traslado de la corrupción a la sociedad española. No basta en tan brillantes pensadores que manifiesten:
“Entre otras razones porque los autores participamos en su día del beneplácito, del alborozo general con que los españoles apoyaron las propuestas de aquel PSOE juvenil e ilusionado de los primeros años de la transición también contribuimos con el granito de arena de nuestros escritos a que tal situación de entusiasmo colectivo llegara a materializarse en octubre de 1982”.
Si es una solicitud de perdón por los errores es aceptable. Sin embargo, reiterar conceptos como “PSOE juvenil e ilusionado” no es sino insistir en una falsedad notoria. El calificativo de “idealista” podría llegar a muchos territorios, pero no al hogar de la dirección del PSOE. Así mismo la calificación como “entusiasmo colectivo “el cambio político. Absurdo. La llegada al poder de los socialistas no alcanzó tales índices sociológicos, como el Muro de Berlín o la Revolución de los Claveles. No hubo “entusiasmo colectivo”, además por una razón esencial: jamás pasó por la mente del dúo sevillano, convertirlo en un hecho histórico de simbología histórica. Ellos no venían a crear falsas ilusiones, a modificar el sistema sobre grandes movimientos populares. Lo primero era “controlar”, esas “aspiraciones utópicas” de un segmento escaso del pueblo español, menos en esto fueron claros: el poder era para ellos. La democracia era indirecta. Radicaba en el partido, elecciones, parlamento y Gobierno. Esto no era la Democracia Social que se debatía en el comunismo italiano.
Comprobar en 1990 que el socialismo “ha degenerado en felipismo”, es de una ingenuidad que raya en la ocultación. La Transición, si quiere alabarse, se hizo sistema de partidos, con el Psoe al frente. No sistema democrático.
No es comprensible la sólida aparición y la rápida entronización en el poder de un grupo político sin pasado, sin historia anti franquista sin la mitificación de que fue objeto por parte de los periódicos y revistas “progresistas” de la transición política.
Similar conclusión puede sacarse de los “revolucionarios” sindicatos que incluso tras plantear diversas huelgas políticas contra “el felipismo” terminan de diputados del PSOE como el caso de Antonio Gutiérrez, ex-secretario General de CCOO.
El intento de definir como político a Felipe González resulta tan complejo como inútil, entre otras razones porque el objetivo máximo de un partido que es la “toma del poder” la ejecutan con tal habilidad que cualquier responsabilidad en el ejercicios del mismo parece no corresponderle al propio González. Es decir resulta muy difícil, casi imposible, escuchar a la dirección socialista ni siquiera éxitos en la gestión del Gobierno. Su mayor y más terrible aportación a la Ciencia Política es desentenderse de tal situación: “ellos no están en el poder”. La realidad española, en sus lentas modificaciones, son responsabilidad de “la derecha”, que nunca dejó de “gobernar”. La Reforma Agraria de Andalucía que vendieron como el final del “caciquismo andaluz”, uno de los más simpáticos fraudes socialistas, fue adjudicado su imposibilidad a “la derecha” baste recordar que el PSOE tenía mayoría absoluta en el Parlamento Andaluz, todas las Diputaciones Provinciales, todos los ayuntamientos de las grandes ciudades. Pero no se va cabo por la oposición (sic) de la “derecha”.
La alusión al “pragmatismo” de González es un intento demasiado elevado para aquel sistema de gobierno. Estimo que el rasgo más esencial del socialismo español fue la exterminación de los movimientos sociales poderosos durante el franquismo, la competencia política en la izquierda y hacerlo desde la “descomposición” del enemigo: comprando mediante prebendas que otorgadas desde el estado eran de máxima eficacia.
El PSOE construyó la “Democracia Parlamentaria” (de Partidos). El problema apreciado años después fue dramático: la distancia de los partidos y parlamento de la sociedad española. Tras tantos años de gobierno creo que se puede concluir que lo más relevante es que no dejaran hacer a los demás, la eliminación de los movimientos sociales y políticos. Hasta aquí hablamos de un movimiento histórico profundamente pernicioso para el futuro. La tradición española en la participación política era muy joven y había sido apartada por el franquismo. Lo que les llevó a la perfección de la Democracia Parlamentaria (sic), fue, y solo en esto no lo hicieron, ocupar ellos, sus militantes o sus mecanismos de poder los amplios territorios de la sociedad española. Fue instalada una estepa de silencio. El periodo de Franco había dejado vacías las casillas de las administraciones y renunciado a las políticas. El botín era magnífico, el festín casi Abalístico.
Mas, esto con perspectiva es patético, en los inicios, fue la proclamación imperial de Guerra: por encima del ninguno, por debajo, todos aquellos que se prestasen a considerar a la ética un valor personal.
Los “grandes” políticos que dirigieron el PSOE no fueron ni intelectuales ni formados en la larga oposición al régimen, proceden de aquello que parece gustarle más a la sociedad española: gente sin memoria y sin pasado.
Tremenda reflexión la que sugieren Gutiérrez y De Miguel, cuando se preguntan qué pudo pasar para que un joven político irrelevante y que situaciones históricas específicas hubieran de se, para que un puñado de sevillanos, avispados, desconectados de los profundos movimientos de la oposición democrática, pudiesen alcanzar el poder sin resistencia e incluso eliminando al poderoso Partido Comunista de España al que España debía otro reconocimiento. Aquí se perfilan desde un sistema profundamente crédulo, es decir, dispuesto a creer, necesitado más de fe que de esperanza y a un excelente montaje “artificial” al que se incorporaron los medios y las cabezas. Quienes quedamos fuera, desde entonces estamos muertos.
Sencillamente no hay historia. Hay una, debe reconocerse, extraordinaria y prudente invención. Se ha intentado elevar al rango de “acontecimiento” histórico situaciones tan absurdas como una entrevista en 1975 en El Correo de Andalucía a Felipe González y otras actividades menores que no pueden ofrecer resultados. La historia se puede cambiar pero no hasta parodia.
Resulta, o bien sorprendente o bien un escarnio, que después de diez, once años de existencia de partido periodistas como los citados descubrieran como “sutil operación de imagen” de González el uso de los nombres de los socialistas críticos. Cuando por ejemplo, a Luís Gómez Llorente le llamaba “Luís Gómez”. Solo una pequeña inversión en las realidades orgánicas del partido hubiesen podido comprobar este tardío reconocimiento desde 1972-1974. Tampoco era “sutil”. Así llamaba Franco a sus ministros o cargos del Régimen.
No pudo obviarse, si bien Guerra, pudo reescribir la Enciclopedia Británica para ocultarlo, el bajo nivel académico e intelectual del dúo sevillano. Felipe González y Alfonso Guerra finalizaron modestamente sus carreras. González se presentó, tras terminar Derecho a los exámenes para letrado sindical de los sindicatos verticales y Guerra para el ingreso en la escuela oficial de cinematografía de Madrid. Ninguno superó las oposiciones. A Felipe González le quedó un regusto sincero de su escaso bagaje intelectual y reclutó posteriormente a numerosos miembros de los sindicatos verticales o de la Organización Sindical del Régimen para el partido. En estos territorios de la política no es baladí la señalización de estos fracasos. El odio de Guerra y el distanciamiento de González a intelectuales o altos cargos funcionarios de la Administración del Estado. La venganza de su incapacidad sería histórica.
Otro mito, que ofreció posibilidades e influencias para algunos abogados mediocres, pero que no resistió el tiempo para reconocimiento de la Historia, fue el significativo papel de la Internacional de Organizaciones de Sindicatos Libres. A la Internacional Sindical Socialista estaba incorporada de derecho la UGT. Fotografías sorprendentes en las que la UGT, inexistente en España, aparecía en la prensa presidiendo comisiones o dirigiendo el sindicalismo europeo. Gracias a esta se sufragaron lo que pomposamente se llamaron “despachos laboralistas”.
Lo mejor de esta fantasía, más cercana a la vanidad y el orgullo, fue que mientras CCOO se llevó a todos los obreros de los sindicatos, la UGT descubrió su identidad entre los abogados del Vertical, los Inspectores de Trabajo y demás cargos del franquismo. Sobre aquella acusación de “entrismo” a CCOO, a quien se le reconocía su verdadera vulgaridad y auténtica verdad fue a la comitiva de “cargos de la Organización Sindical” al PSOE.