Granjas de teléfonos

Granjas de teléfonos: la mentira detrás del éxito digital

En algún lugar entre el ruido digital y la obsesión por las métricas, existen las granjas de teléfonos. No son ciencia ficción ni leyenda urbana: hablamos de hileras de móviles reales, enchufados a paneles, cargando, reiniciándose, ejecutando órdenes precisas. Y todo esto con un solo propósito: fingir que algo está ocurriendo donde en realidad no pasa nada.

Las llaman click farms y también phone farms.

A veces aparecen en trasteros, sótanos, pisos perdidos de ciudades chinas, indias, rusas, turcas o españolas. Otras, en oficinas anodinas que podrían pasar por una asesoría. El negocio es sencillo: vender interacciones. Da igual si son “me gusta”, reproducciones, seguidores o descargas. Lo importante es que alguien pague para comprar apariencia de éxito. El resto es secundario.

Quien controla una de estas granjas no necesita conocimientos avanzados de informática. Basta con conectar decenas de teléfonos a una regleta, enchufar todo a un ordenador y usar los scripts que circulan por foros oscuros o incluso por Telegram. Algunos kits vienen listos para enchufar y funcionar, con panel de control, estadísticas y alertas para el usuario que no quiere complicarse la vida.

El proceso es mecánico, casi grotesco: un bot envía comandos, los móviles abren cuentas falsas, hacen clic, ven vídeos durante treinta segundos, descargan una aplicación, cierran y vuelven a empezar.

A veces todo sucede tan rápido que el software de la plataforma ni se entera; otras, hay humanos supervisando y pulsando cuando la máquina falla.

  • Se paga por volumen.
  • Si necesitas diez mil “me gusta”, se tarda unos minutos.
  • Si quieres que tu vídeo parezca viral, la inversión no es mucho mayor que una cena rápida.
  • Por cada petición, un móvil se comporta como si fuera un usuario más, imitando gestos y rutinas, saltándose las defensas más básicas de las redes sociales y las tiendas de apps.

Las plataformas lo saben.

Saben que hay fraude, que hay robots, que hay tráfico falso. Pero combatirlo les cuesta dinero y a menudo va contra sus intereses comerciales: menos cuentas activas significa menos valor ante anunciantes, menos usuarios aparentes. Por eso la lucha es constante y desigual. Cada vez que se perfecciona un filtro, alguien encuentra la forma de esquivarlo. Se han detectado sistemas automáticos capaces de cambiar la IP, la SIM, el comportamiento y la huella digital de cada teléfono en segundos. Hay dispositivos que nunca repiten exactamente el mismo patrón, como si supieran que el ojo de la inteligencia artificial está esperando para cazarlos.

Detrás de todo esto, hay otro negocio menos visible. No es solo cuestión de aparentar éxito comercial o inflar cifras para justificar inversiones. Las granjas de teléfonos se han convertido en armas de manipulación.

  • Se usan para amplificar noticias falsas, para distorsionar encuestas, para lanzar campañas de desprestigio.
  • Una cuenta con cien mil seguidores artificiales puede marcar el ritmo de una conversación, viralizar un mensaje, hundir a un adversario.
  • No hace falta que todos esos seguidores sean reales; solo tienen que parecerlo.
  • La mayoría de los usuarios no comprueba quién está al otro lado.
  • Basta con ver el número para darle credibilidad a cualquier disparate.

En 2025, X (antes Twitter) denunció a un grupo en Vietnam por inflar “me gusta” y visualizaciones con cuentas falsas, cobrando dinero real del sistema de reparto para creadores. (+INFO)

Ese mismo año, agentes federales hallaron cerca de Nueva York una instalación con más de cien mil tarjetas SIM y servidores, capaz de enviar millones de mensajes en minutos y poner en jaque a las redes móviles. (+INFO)

El problema no se limita al mundo de los influencers ni a los anuncios dudosos. Hay operaciones mucho más ambiciosas, coordinadas a nivel internacional. Se han detectado campañas en las que miles de teléfonos, repartidos por diferentes países, simulan movimientos masivos en redes sociales o en servicios de mensajería. Cambian de idioma, de huso horario, de tema, según el objetivo. A veces el objetivo es colar una noticia falsa en la agenda; otras, silenciar un debate incómodo o, simplemente, intoxicar el ambiente digital con ruido.

Quien quiera descubrir una de estas operaciones no lo tiene fácil. Los picos de actividad suelen producirse de madrugada, cuando nadie mira. Las cuentas implicadas apenas hablan, repiten mensajes cortos, casi idénticos, con las mismas palabras y errores ortográficos. Muchas desaparecen en cuestión de días, sustituidas por otras nuevas con nombres generados al azar. Si te fijas bien, verás que nunca comentan dos veces lo mismo en la misma red, pero sí en diferentes plataformas a la vez, como si alguien les estuviera marcando el ritmo desde fuera.

La mayoría de las veces, los datos están ahí, pero nadie los conecta. Los expertos en fraude estudian patrones, correlaciones, coincidencias horarias, redes de cuentas interconectadas. Los investigadores académicos proponen modelos de detección que cruzan metadatos, simulaciones y listas negras de dispositivos. Algunos llegan a identificar granjas completas analizando el comportamiento colectivo, no solo el individual. No buscan el clic aislado, sino la sinfonía de clics al unísono.

El reto, sin embargo, es otro: mientras haya beneficio, habrá quien monte su granja, grande. o pequeña, en busca de una oportunidad fácil. Da igual si el móvil cuesta treinta euros o trescientos; mientras tenga acceso a internet, puede servir para manipular una campaña, una tendencia o una opinión pública. La tecnología para detectar y frenar el fraude existe, pero siempre va un paso por detrás del ingenio de quien prefiere vivir del engaño.

No hay soluciones mágicas. Cada usuario, cada medio y cada anunciante debe dudar de lo que ve, pedir pruebas, buscar la historia detrás de los números. Porque detrás de muchas tendencias que parecen espontáneas, solo hay un montón de teléfonos haciendo lo que mejor saben: fingir.

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Autor: Manuel Garrido | Artículos - Twitter
Manuel Garrido es un experto en comunicación digital en Internet, especializado en el sector de la política y campañas electorales online.

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