Analizar las actuaciones del Rey Felipe VI y su Casa con criterios y comparaciones políticas es una gran equivocación, y Naranjo tiene razón una vez más: Hay que dejar en paz al Rey, para que pueda hacer su trabajo. Incluso acierta Naranjo, con su comentario de que sobra algún pin ideológico en la indumentaria del Rey y sonrisas demasiado amplias en compañía de un dictador como Pedro Sánchez. Sus razones tendrá, y si se equivoca no son graves.
Somos una Monarquía Parlamentaria
Creo que estos asuntos hay que interpretarlos con otras claves. Por ejemplo que todo lo que toca Sánchez lo pudre o lo devalúa, y la Corona es otro caso más. No la puede pudrir, por la integridad manifiesta de los Reyes, la Princesa y el personal de la Casa de Su Majestad, pero si que los intenta devaluar al relegarlos como instrumentos del Estado al infrautilizarlos, perdiendo de ese modo las inmensas oportunidades y prestigio que el Rey, la Reina y la Princesa pueden proporcionar a todos los españoles, a Hispanoamérica y a la propia Europa.
Dejemos al Rey trabajar porque sabe muy bien lo que hace para mantener a salvo España en medio de la orgía destructiva que nos rodea, con tiburones atacando desde todos lados. Es milagroso que haya sabido esquivar todas las dentelladas mortales que le intentan asestar, tanto de irracionales “republicanos a la española”, como de “afines que dicen perder sus afectos” como las de “cínicos monárquicos”. La Constitución dice que somos una Monarquía Parlamentaria, y no otra cosa, y el Rey lidera la Institución que mejor cumple con su función y al menor coste comparativo.
Hechos son amores, y ahí quedan la decisiones del Rey sobre su familia, sus acciones y videoconferencias durante el COVID, la bronca con el galgo de Paiporta, las visitas al pueblo con el Volcán de la Palma y los incendios de 2025. El propio acto de apertura del año judicial, con Jueces e Instituciones enfrentadas no se hubiese podido celebrar sin la Presidencia del Rey.
Felipe VI, el elefante en la habitación de Sánchez
«El Rey ha sido un poco, desde 2018, ese elefante en la habitación de Sánchez que todo el mundo veía pero del que nadie, salvo los pistoleros de gatillo más fácil, quería hablar»…
Fuentes