La situación educativa en Cataluña, exacerbada por la reciente firma de un acuerdo político controvertido, permite analizar a través de herramientas como la presión normativa y la mediología cómo se ejerce un control ideológico sutil en las escuelas, particularmente en lo que se presenta como una «inmersión lingüística» impulsada por entidades con peso como, por ejemplo, la Fundación Bofill.
A partir del análisis de José Luis Lozano sobre la obra de Michel Foucault, la presión normativa se revela como un mecanismo de vigilancia encubierta que fomenta la autocensura. En el ámbito catalán, esta dinámica se manifiesta cuando los alumnos de habla hispana aprenden a “contener” su lengua materna para evitar sentirse distintos o  marginados. Esta vigilancia no se materializa en cámaras de seguridad, sino que reside en el comportamiento de los profesores, los compañeros y en las propias reglas de la Institución, que priorizan el uso exclusivo del catalán en detrimento del español, la lengua compartida por la mayoría de los ciudadanos.
marginados. Esta vigilancia no se materializa en cámaras de seguridad, sino que reside en el comportamiento de los profesores, los compañeros y en las propias reglas de la Institución, que priorizan el uso exclusivo del catalán en detrimento del español, la lengua compartida por la mayoría de los ciudadanos.
La mediología, tal como la define Régis Debray, se centra en cómo los canales de comunicación influyen en la configuración de la cultura. En el contexto social y educativo, esto sugiere que la relevancia no reside tanto en el contenido que se imparte, sino en la forma y en quién lo transmite. La Fundación Bofill asume un papel fundamental como agente mediológico, influyendo en el diseño del currículo, la capacitación de los docentes y el discurso político para promover un modelo de inmersión lingüística exclusivamente en catalán, lo que refuerza una supuesta identidad «nacional» que dista mucho de reflejar la realidad. La verdad es que Cataluña es una comunidad bilingüe, y esa es una realidad innegable.
El estudio de Coleman, realizado en 1966, estableció que el desempeño académico de los estudiantes está vinculado principalmente al contexto familiar y social, más que a los recursos que ofrece la institución escolar. Esto se debe a que los alumnos llegan a la escuela con realidades muy diferentes y, crucialmente, el capital social –es decir, los valores, las conexiones y los recursos disponibles en su entorno– juega un papel fundamental. Dentro de esta perspectiva, el sistema educativo catalán, con la influencia de entidades como la Fundación Bofill, está creando desigualdades arraigadas al no valorar ni incorporar la diversidad cultural y lingüística de sus estudiantes. La imposición de una única norma  lingüística supone una sanción cultural para aquellos que no se identifican con el grupo hegemónico, mermando su capital social y dificultando su progreso académico.
lingüística supone una sanción cultural para aquellos que no se identifican con el grupo hegemónico, mermando su capital social y dificultando su progreso académico.
A esto se suma el Pacto Nacional (actual) por la Lengua, impulsado por la Generalitat de Catalunya, que se plantea como una iniciativa de acuerdo general para impulsar el uso del catalán en la esfera pública. No obstante, analizado a la luz de la presión normativa, la difusión mediática del discurso y el efecto Coleman, se evidencia que el sistema educativo en Cataluña no es imparcial. Si la Fundación Bofill ejerce como un grupo de presión en el ámbito educativo, moldeando políticas que ignoran a los hablantes de español, se estaría perpetuando una forma de dominación simbólica que podría desembocar en exclusión cultural o incluso en discriminación basada en el idioma. Para construir una escuela genuinamente inclusiva, es imprescindible revisar los mecanismos de control existentes y abrir espacio a la riqueza cultural y lingüística de los estudiantes.
Fuentes
Aixeca’t Levántate colaboradora de Iniciativa28





Los resultados académicos de los alumnos de Primaria en las pruebas internacionales PIRLS están empeorando y los de los alumnos de ESO en las pruebas PISA también. El motivo es que aunque los alumnos catalanohablantes estudian en la misma lengua en la que ellos piensan, porque es su lengua materna, están en unas aulas en las que la otra mitad del alumnado está estudiando en una lengua diferente a su lengua materna. Ello hace que tengan una menor comprensión lectora y una menor participación en las clases, por lo que el ritmo de aprendizaje se ve frenado para todos los alumnos. Hasta que nuestras autoridades no se den cuenta y rectifiquen, seguiremos bajando en las pruebas internacionales.