Aliança Catalana se perfila como el fenómeno político más disruptivo en Cataluña desde el 1-O, con una proyección ascendente que podría fracturar el tablero autonómico y municipal en 2027. Su discurso identitario, su arraigo territorial y su capacidad de polarización la convierten en una fuerza que ya no puede ser ignorada.
En un paisaje político catalán marcado por el desgaste del procés, la fragmentación del independentismo tradicional y la fatiga institucional, emerge con fuerza una formación que hasta hace poco era marginal: Aliança Catalana. Liderada por Sílvia Orriols, alcaldesa de Ripoll, este partido ha pasado de ser una anomalía local a convertirse en una amenaza estructural para Junts, ERC y el PSC.
Proyección autonómica: de 2 a 19 diputados
Según la última encuesta de Ipsos para La Vanguardia, Aliança Catalana pasaría de 2 a 19 diputados en el Parlament, disputando la segunda posición a Junts y ERC, ambos con 21 escaños.
Este salto no es coyuntural: responde a una consolidación territorial en 27 de las 40 comarcas catalanas, incluyendo plazas históricas de la Convergència pujolista y el cinturón industrial de Barcelona.
La formación mantiene un registro estable en todos los tramos de edad, lo que indica una transversalidad ideológica que va más allá del voto protesta. Mientras Vox capitaliza el voto joven, Aliança se nutre de un electorado que mezcla independentismo frustrado, rechazo a la inmigración descontrolada y desafección con el Estado español.
Proyección municipal: expansión estratégica
Orriols ha anunciado que Aliança “aumentará muchísimo” sus listas en las municipales de 2027.
Tras conquistar Ripoll, el partido ha tejido alianzas con fuerzas independientes en municipios como Sant Antoni de Vilamajor y Roda de Ter, y ha fichado a históricos de Junts y ERC para liderar candidaturas locales.
Este despliegue apunta a una estrategia de “colonización institucional” desde abajo, replicando el modelo de la CUP pero con un discurso diametralmente opuesto: nacionalismo excluyente, orden social y soberanía sin multiculturalismo.
Claves ideológicas: ruptura con el consenso post-2006
Aliança Catalana no es simplemente una fuerza de derechas. Es una reacción identitaria que rompe con el consenso multicultural, europeísta y transversal que ha dominado la política catalana desde el Estatut. Orriols no busca pactar con el Estado español ni con sus instituciones: quiere restituir un Estado catalán con ejército propio, sin islamización ni dependencia de Madrid.
Este discurso, que muchos califican de “ultra”, conecta con una parte del electorado que se siente traicionado por el procés, abandonado por la izquierda y amenazado por los cambios demográficos. En este sentido, Aliança no es un instrumento del Estado, como acusa la CUP, sino una expresión de la Cataluña profunda que quiere recuperar el control de su destino.
Impacto en la gobernabilidad
Si las proyecciones se cumplen, el Parlament catalán será ingobernable sin pactos transversales. El PSC, aunque sigue siendo la fuerza más votada, perdería apoyos y quedaría con 36 diputados.
Vox superaría al PP y alcanzaría 16 escaños, mientras Comuns y CUP se hunden. El bloque independentista quedaría fracturado entre ERC, Junts y Aliança, sin posibilidad de reeditar mayorías estables.
En este escenario, la única constante será la inestabilidad, y Aliança jugará el papel de “partido bisagra imposible”: clave para formar gobierno, pero inasumible para cualquier coalición que no renuncie a la inmigración masiva y al multiculturalismo institucional.
Conclusión
Aliança Catalana no es una moda ni un accidente. Es el síntoma de una Cataluña que ha perdido la fe en sus élites, que ya no cree en el europeísmo sin soberanía ni en el independentismo sin consecuencias. Su ascenso es el reflejo de una crisis de identidad colectiva, y su consolidación podría marcar el inicio de una nueva etapa: la del nacionalismo excluyente como fuerza de gobierno.
Cataluña, como Europa, se adentra en un ciclo donde las certezas del pasado ya no sirven. Y Aliança Catalana, con sus 19 diputados en el horizonte, es la prueba de que el fuego identitario ha vuelto. Y esta vez, no viene solo.
Fuentes consultadas:
1THE OBJECTIVE2El Confidencial3Europa Press | MSN4Electográfica